Periódico Vanguardia
“Mi hija mayor (11 años) está obsesionada con lo correcto. Hace días le gritaba a su hermanito menor (4 años) porque no estaba comiendo con el tenedor y masticaba con la boca abierta. Es una niña que todo es blanco o negro y no hay término medio.” Es muy importante que nuestros hijos tengan una escala de valores y normas en sus vidas, sin embargo, es importante no llegar a una obsesión ciega porque se puede convertir en una monomanía emocional.
Otra mamá me comentaba sobre su hija de 9 años llegó corriendo enojadísima diciéndole: “¡Mamá, mira lo que hizo mi hermanito (5 años)! Puso al revés los cubiertos en la mesa y le faltó poner vasos.” Pareciera que había ocurrido una tragedia en la casa. Necesitamos evitar ciertos comportamientos persistentes ya que se puede convertir en una obsesión centrando sus pensamientos y creencias en una única idea: Es blanco o es negro.
Para poder entender este proceso de razonamiento quisiera citar al Dr. Lawrence Kohlberg, plantea una teoría de la evolución moral, propone 3 niveles del desarrollo moral: Pre-convencional, convencional y post-convencional. Los niños de preescolar se encuentran en la etapa pre-convencional: Ellos saben qué es lo bueno y malo, pero eligen el bien por miedo al castigo o para obtener un premio. En la escuela primaria, los niños entran a la segunda etapa moral “convencional” donde aprenden a tener cierta flexibilidad en el cumplimento de las normas morales. Sin embargo, existe el riesgo de muchos niños se estanquen en la primera etapa y generen una personalidad siempre crítica y punitiva hacia los demás y ellos mismos. Vivirán siempre con ansiedad ya que jamás cumplirán sus expectativas.
Es esencial hablar con tu hijo cuando está tratando de aplicar una regla rígida hacía el o los demás y necesita ser un poco flexible y clemente. Por ejemplo, si la hija mayor está tratando de corregir a su hermanito sobre las reglas de comer con un tenedor, le recordamos que los niños de 4 años todavía están aprendiendo, nuestro deber es recordarle con amabilidad y no con gritos. Si tu hijo se autocastiga diciéndose “Soy un tonto. Nunca me saldrá bien.” Enseñémosle hablarse bien a ellos mismos. Evitemos que usen palabras absolutas como “Siempre” o “Nunca” y jamás califiquen a su persona “Soy un…” Necesitamos parafrasear sus palabras y decirles: “No digas nunca me saldrá bien sino decirte hoy no entendí el problema para resolverlo.” Hay que saber diferenciar entre la persona y sus acciones: “Hijito no eres un tonto, sino que cometiste un error al resolver el ejercicio. Quizás no pusiste atención, pero eso no significa que eres un tonto.” Algunas veces los papás se estresan demasiado con la preocupación de que sus hijos cumplan las reglas y que todo el tiempo hagan lo ‘correcto.’ Y esto puede producir una ‘mentalidad fija’ con muy poca flexibilidad para adaptarse a cada una de las situaciones con comprensión y tolerancia. Discernir entre violaciones importantes y simples es fundamental para no crear estados de obsesión constantes. Si tu hijo invita a un amiguito a la casa y al dibujar rompe una crayola debe lidiar esa situación él mismo y no correr a decírselo a la mamá. Sin embargo, si ese amigo trae un encendedor y prende fuego a las cosas, entonces debe definitivamente decirlo a un adulto. Si nuestros hijos constantemente están monitoreando y juzgando a sus amigos muy probablemente los perderá.
Celebremos el Día del Niño motivándolos a serlo y no convertirlos en adultos chiquitos.