Hijos dependientes

Platicando con varios directores de escuela y maestros desde primaria hasta universidad me comentan que las dos características más importantes de sus estudiantes al regreso a la escuela en forma presencial son una gran dependencia hacia sus maestros y poca tolerancia a las frustraciones y adversidades.

Es muy común escuchar a los alumnos: «No sé cómo hacerlo» o «No lo puedo hacer». Y estas actitudes son más comunes ante tareas o actividades que requieren cierto esfuerzo, persistencia o tienen alguna dificultad.

Lo más importante, me comentan, es que antes de la pandemia la gran mayoría de los alumnos podía seguir instrucciones y realizar actividades en forma independiente, y ahora no. La gran mayoría de los niños de preescolar podían lavarse las manos o comer su snack solos y, ahora, muchos de ellos necesitan la ayuda de sus maestras.

Casi todos los alumnos de primaria mayor eran capaces de leer en forma independiente dos páginas de sus libros y tener una buena compresión: ahora la mayoría pide ayuda a sus maestros porque no entienden el significado de muchas palabras.

Muchos alumnos de secundaria y preparatoria presentan problemas en sus exámenes, porque perdieron el hábito del estudio y no saben cómo prepararse, ya que ahora son exámenes escritos y presenciales. Y hasta nivel universidad, los maestros comentan que muchos estudiantes perdieron la habilidad de leer, indagar, resumir y concluir para sus proyectos.

La pandemia provocó grandes cambios en las rutinas y hábitos de nuestros hijos.

El doctor Wen Yan Jiao, autor del artículo «Behavioral and Emotional Disorders in Children during the COVID-19 Epidemic» publicado en la revista Journal of Pediatrics en el 2020, afirma que más del 35 por ciento de los niños sufren «Clingy» (dependencia) en su regreso a clases presenciales. Jiao concluye que el mayor impacto negativo en este aislamiento social es un estancamiento en su desarrollo madurativo y un alto grado de dependencia de los niños hacia los adultos.

Uno de los objetivos más importantes de los padres de familia y maestros es preparar a los niños, adolescentes y jóvenes a la vida y, quizás, la cualidad más importante es formarlos a actuar con independencia y enfrentar con resiliencia y valor los problemas para superarlos. Sin embargo, la pandemia ha creado un armazón alrededor de nuestros hijos en la que rebotan toda tarea o responsabilidad hacia los demás.

La pandemia orilló a muchos padres a sobreproteger a sus hijos no solamente de los efectos negativos del aislamiento social, sino además los encerraron en una burbuja salvadora contra toda presión o exigencia escolar. ¿Cuántos de nosotros escuchábamos y tomábamos notas en la clase mientras los niños estaban jugando en el celular? ¿Cuántos de nosotros justificábamos el incumplimiento de sus deberes escolares con los maestros para evitar las consecuencias negativas por su flojera o apatía? ¿Cuántos de nosotros permitíamos que nuestros hijos plagiaran sus tareas o presentaran exámenes con «acordeones»?

Entiendo que muchos papás tratamos de evitar que nuestros hijos sufran algún tipo de dolor, pero sobreprotegiéndolos no es una buena alternativa. No olvidemos que una de nuestras misiones más importantes es formar hijos resilientes, que sean capaces de enfrentar y superar retos y fracasos. Y la única forma es que sufran pequeñas frustraciones.

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