«Antes de casarme tenía seis teorías sobre cómo educar a mis hijos. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría»: John Wilton, «Conde de Rochester» y poeta inglés del siglo 17.
Uno de los trabajos más difíciles en la vida es criar y educar hijos. Hoy, mañana y el pasado (hace 400 años como lo expresa el poeta inglés Wilton) es, fue y será muy complicado el trabajo de ser padres.
Hace algunos días una mamá me envió un correo electrónico desesperada en la educación de su hijo adolescente, quien le contestó: «Mamá, los adultos no saben cómo funcionamos». «¿Qué vas a hacer si no conoces lo que vivimos y cómo nos sentimos?». Papás: quizás el trabajo más importante es poder «decodificar» la persona y conductas de nuestros hijos.
¿Cuál es el significado de la palabra «decodificar»? Decodificar proviene de raíces latinas que significa «descifrar un mensaje transmitido mediante un código». En otras palabras, decodificar la podemos definir como la capacidad de comprender, traducir o interpretar alguna situación.
«Decodificar a nuestros hijos» es la capacidad o habilidad de desentrañar sus pensamientos, emociones y experiencias de vida para comprenderlos y orientarlos asertivamente. Comprendo que somos generaciones diferentes, pero debemos interesarnos en sus vidas y conocerlos mejor. ¿Sabemos quiénes son sus amigos? ¿Cuál es su mejor amigo o amiga? ¿Conocemos su música favorita? ¿Cuál es su «influencer» favorito? ¿Cuántos «followers» tienen en sus redes sociales?
Nunca podremos decodificar a nuestros hijos si desconocemos sus aficiones, gustos y, especialmente, sus pasiones. ¿Sabemos lo que están viviendo en la escuela? Mientras desconozcamos la vida cotidiana que experimentan nunca podremos comprenderlos y menos ayudarlos y orientarlos.
La mayoría de ellos interactúan con un mundo lleno de presiones, distractores y riesgos que no pueden manejar. ¿A quién preguntar para una orientación si la mayoría de los adultos no entendemos su mundo? Primero, aprendamos a escucharlos para aprender lo que ellos son y hacer: «¿Me puedes explicar más?» o «Qué interesante, pero no lo entiendo. ¿Podrías decírmelo?».
Segundo, hay que parafrasear lo que nuestro hijo dice, «Entonces, lo que me dijiste es…». Esto garantiza que estamos escuchando, comprendiendo y decodificando el mensaje que nos dan. Tercero, Escuchemos sin juzgar o dar nuestro juicio de valor. Evitar decirles: «Qué mal está eso y espero que tú no lo hagas» o «Me has defraudado como hijo. Nunca hubiera esperado que lo hicieras». Es mucho mejor conocer el por qué lo hizo o no lo realizó: «Hijito, ¿qué piensas de lo que pasó?» O «¿Cómo te sientes por lo que hiciste?» Esto ayudará que nuestro hijo se abra a la comunicación y exprese sus emociones sinceramente.
Entiendo que muchos de nuestros hijos, especialmente los varones, no desean ventilar sus vivencias con sus padres. Cuando son cuestionados muchos se sienten amenazados a su privacidad y responden: «Bien», «Nada» o «Lo mismo». En vez de preguntarle cómo estuvo su reunión de amigos: «¿Qué hiciste?» es mejor crear simulaciones indirectas: «Una mamá me comentó que en las reuniones de amigos hacen… ¿Es cierto o es solamente en algunas?» o «La maestra me comentó que hay algunos compañeros de la escuela que molestan alumnos de grados inferiores. ¿Sabes algo de eso?
La clave para decodificar a nuestros hijos es escuchar, comprender, parafrasear, preguntar y, sobre todo, nunca juzgar.