Hace poco más de 20 años, el Dr. David Snowdon, epidemiólogo de la Universidad de Minnesota, realizó un estudio con 678 religiosas con más de 75 años en el Convento de Notre Dame en los Estados Unidos. Uno de sus hallazgos más importantes fue cómo el estilo de vida y la educación de los participantes pueden disminuir los síntomas del Alzheimer. Los participantes que tenían un nivel de educación de una licenciatura o superior eran menos propensos a desarrollar Alzheimer más adelante en la vida.
Otro descubrimiento fue que el manejo emocional en su juventud era fundamental para que tuvieran un mejor pronóstico de vida en su vejez. En otras palabras, las decisiones emocionales que tomaron cuando tenían dos décadas de vida influyeron directamente en su salud física y afectiva después de sus 70 años. Las religiosas que expresaban mayor felicidad y un mejor sentido de vida en sus diarios personales cuando vivían su juventud, vivían más años y disfrutaban de una mejor salud física y mental.
¿Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes tienen un buen control emocional y saben tomar buenas decisiones? Creo que muy pocos. Muchos estudios sobre la felicidad reflejan que nuestros hijos son menos felices que los adultos. ¿Cómo es posible esto? Puedo garantizar que la etapa más feliz de nuestras vidas debería ser la juventud. Pero no sucede así. Nos enfrentamos a una generación de adolescentes y jóvenes más enfermos emocionalmente: depresión, ansiedad, baja autoestima, soledad, tristeza, adicciones, pensamientos suicidas, apatía y pobre sentido de vida.
En Estados Unidos, el 70 por ciento de los jóvenes profesionistas perciben el trabajo como una carga y malestar en sus vidas. Perciben el trabajo como un deber doloroso, ya que piensan que les roba los mejores años de sus vidas: amigos, redes sociales, fiestas, videojuegos, viajes y descanso. Muchos de ellos viven amargados en sus trabajos y buscan cualquier pretexto para no asistir. Piensan que los explotan y los hacen esclavos perdiendo el mejor momento de su vida para disfrutarlo. Ya lo decía Confucio, filósofo chino, “el trabajo es la clave para la realización personal y el éxito en la vida”. Trabajar no solamente es sustento sino crecimiento y plenitud. ¿Cómo lograremos que lo entiendan nuestros hijos?
La vida tiene grandes satisfacciones, pero también retos, dificultades, rutinas y una gran cantidad de deberes. La mayoría de las veces los papás ponemos todo nuestro énfasis para que nuestros hijos sean felices y no experimenten ninguna dificultad y menos un fracaso. Y claro, lo que aprenden solamente es que la vida se debe disfrutar y centran toda su felicidad en tener privilegios en forma inmediata y fácil, sin merecerlos. Viven una vida cómoda y sobreprotegidos de cualquier tipo de malestar; como resultado tenemos una generación muy frágil que al enfrentar la mínima frustración caen en estados mentales emocionales muy graves.
Esta debilidad formativa se ha extendido a las escuelas y la vida cotidiana. La semana pasada estuve en una capacitación de maestros, desde preescolar hasta secundaria, en donde el mensaje principal era: “Prohibido usar la palabra ‘no’”. Enfatizaban que había que hablarles siempre en positivo, ya que el “no” podía provocarles baja autoestima y ansiedad. La vida está llena de “sí” y “no”. Cuántos de nosotros no hemos leído letreros como “No pisar el pasto” o “Prohibido estacionarse aquí”, y no por ello estamos traumados.
¿Queremos hijos sanos y fuertes cuando lleguen a su vejez? Desde este momento debemos formarlos, enseñarles a regular sus emociones y tomar buenas decisiones. Los chicos deben aprender a superar las adversidades con resiliencia y optimismo, pero para ello, los padres debemos apoyarlos y no sobreprotegerlos ante las adversidades.