En días pasados, una niña de 11 años fue diagnosticada un cuadro severo de depresión por su psiquiatra. Al preguntarle a su mamá por la causa, me comentó: “Maestro, mi hija subió un video bailando en TikTok. Y después de 3 días solamente recibió 2 ‘likes’ y ningún comentario positivo de sus amigos o compañeros. Esto le produjo mucha tristeza. La familia le decimos que estuvo maravillosa, pero no es suficiente. Ya no quiere hacer nada, ni bailar, salir con la familia, asistir a la escuela. Se la pasa todo el día en su recámara escuchando música y no quieren intentar nada porque dice que no sirve para nada.”
Nos enfrentamos a una “generación sin fracasos” causada muy probablemente por el sobreproteccionismo de los papás o los “padres helicópteros” (término usado en los Estados Unidos para papás sobreprotectores) que evitan que sus hijos sufran el más mínimo fracaso o carencia. Jessica Lahey, autora del libro The Gift of Failure (El don del fracaso), ha sido maestra por 20 años y ha observado en sus estudiantes una gran evasión en tomar pequeños riesgos por miedo a fracasar. En el año 2015, publicamos nuestro libro titulado Inteligencia de la Frustración afirmando que el fracaso es esencial para nuestro bienestar y salud mental de la vida. “No debemos enaltecer victorias fáciles, sino enseñarles a trabajar duro y levantarse de los fracasos para construir una autoestima saludable y un carácter inquebrantable,” es parte del texto de nuestro libro. Si aplaudimos sus pequeños logros se acostumbrarán que con esfuerzo o sin él recibirán reconocimientos y no pondrán su máximo empeño en sus metas.
En el 2018, la Universidad Columbia en los Estados Unidos estableció el Centro de Educación para la Innovación y Persistencia dedicado al estudio del rol del fracaso en el aprendizaje y en la innovación. Realizaron un estudio donde los estudiantes aprendieron cómo científicos e inventores como Marie Curie y Thomas Edison enfrentaron sus fracasos. Sus resultados fueron sorprendentes. Aprendieron que la inteligencia no es todo en la vida y que el éxito se gana con esfuerzo y perseverar sin importar el fracaso. Sus calificaciones aumentaron significativamente. Expongamos cómo grandes héroes o atletas también se enfrentaron a grandes problemas y derrotas, pero enfrentaron sus frustraciones con perseverancia y trabajo duro lograron llegar a la cúspide.
Recomiendo, también, que compartamos historias familiares de fracasos de cómo nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tíos, hermanos y primos salieron adelante a pesar de las adversidades. Mostremos que el mundo real no es perfecto como lo ven a través de la tecnología y sus redes sociales. El Instagram, Twitter, TikTok o Whatsapp presentan solamente pequeños momentos simulando una vida perfecta y feliz. Algo muy parecido lo describe Joëñ Dicker en su novela El enigma de la habitación 622 que en nuestras casas colgamos las mejores fotos, creando una falsa vida. Nuestros hijos deben descubrir que “la vida que colgamos en las redes es falsa, una máscara.”