«La mujer y el hombre son seres sociales por naturaleza», es una frase del gran filósofo griego Aristóteles para afirmar que todos necesitamos de la socialización para sobrevivir.
En otras palabras: «Existimos y sobrevivimos al coexistir».
La socialización nos enseña que necesitamos relacionarnos para lograr autonomía y autorrealización dentro de una comunidad.
Por ejemplo, ¿cuál es uno de los objetivos más importantes cuando un niño entra al preescolar? Definitivamente, la socialización. Gracias a la interacción con la maestra y sus compañeros aprende las normas de conducta, el lenguaje, las costumbres, los valores, etcétera. En síntesis, el niño aprende a relacionarse saludablemente en una sociedad.
El aislamiento impide que una persona se desarrolle integralmente.
En esta pandemia todos hemos vivido un gran alejamiento físico y social de nuestra familia, amigos y compañeros, y eso nos ha obligado a depender más que nunca de un celular, tableta o computadora para relacionarnos.
Las redes sociales han transformado nuestra forma de interacción a distancia, a través de una pantalla y no cara a cara.
Pero esto no significa que la conexión digital reemplazará la comunicación física, real y cercana, ya que siempre necesitamos de alguien.
La neurociencia nos dice que la mejor forma para organizar y entender nuestros pensamientos, evitar emociones rumiantes negativas, regular los impulsos destructivos, tomar las mejores decisiones y llevar a cabo acciones con esfuerzo y persistencia, es expresarlas verbalmente a otra persona.
No nos debe extrañar que cuando estamos estresados por alguna situación complicada, buscamos de inmediato a alguien que nos pueda escuchar.
Por eso hay un consejo popular: «Desahógate conmigo para que encuentres tu paz».
Hablar no es solamente el mejor medio de comunicación, sino también de comprensión y solución de problemas.
Cuando nos sentimos estresados es importante invertir tiempo y una taza de café con alguien que pueda escuchar con asertividad y paciencia.
Muchas veces no necesitamos su consejo para encontrar la salida a nuestros problemas, porque hablar no solamente es decir palabras hacia fuera, sino también hacia adentro. El cerebro que escucha sus propias palabras, encuentra respuesta a sus preguntas.
Como anécdota personal, muchas veces me he enfrentado a problemas que no comprendo, o a los que no encuentro solución. Cuando estoy en clase empiezo a expresar mis dudas al grupo y durante la exposición la encuentro, y yo mismo me respondo.
Tener un buen confidente, sea un familiar, amigo, compañero, maestro, sacerdote, entrenador, jefe, consejero o terapeuta, nos ayudará a la conexión y escucha que necesitamos ante situaciones complicadas.
Cuando estemos abrumados por ansiedad, miedo y estrés, es muy importante recordar nuestros éxitos pasados y hablar con esas personas que nos apoyaron, ya que la mayoría de las veces es muy difícil ver nuestras propias fortalezas y éxitos.
En ese momento necesitamos de alguien para sentirnos cuidados, escuchados y aceptados.
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