¿Se nos olvidará abrazarnos?

Cumplimos ya un año y cinco meses de que nuestras vidas cambiaron dramáticamente.

 

Trabajos, escuelas, familias y relaciones sociales. Nos vimos obligados a adoptar nuevos hábitos para poder hacer frente a la pandemia.

 

El aislamiento social nos presionó a modificar con la distancia nuestras interacciones afectivas y sociales como un saludo de mano, un beso en la mejilla, una caricia física y un abrazo.

 

Los estudios psicológicos y la neurociencia afirman que el contacto físico es una de las conductas humanas más importantes para tener un equilibrio emocional de apego, aceptación y placer necesarios para nuestra subsistencia.

 

Desafortunadamente, el Covid-19 nos ha forzado a evitar el contacto regular con familia y amigos.

 

Estar aislado de los demás ha provocado que muchos nos sintamos aislados, solos y abandonados social y emocionalmente.

 

Claro que el Zoom, FaceTime y Whatsapp nos han ayudado a comunicarnos y relacionarnos a través de grandes distancias, sin embargo, estas aplicaciones jamás remplazarán un saludo fuerte de mano, una palmadita en la espalda, un beso en la mejilla y un abrazo.

 

Se han creado productos que permiten que dos personas puedan abrazarse con chalecos de abrazos hápticos o «HugShirt».

 

La palabra háptico tiene origen griego y está vinculada al tacto. Este chaleco o camiseta se conecta en forma inalámbrica a una aplicación al celular y al simular un abrazo se envían sensaciones táctiles muy parecidas a un abrazo. Pero ¿este tipo de estimulación artificial podrá sustituir a un abrazo real? Nunca.

 

La psicología asegura que el contacto o caricia física es esencial en el apego humano, comunicación, compasión y para nuestra salud mental en general. En un estudio de la Universidad de Stanford dos personas extrañas y que eran ocultadas por una pantalla, extendían sus brazos la una a la otra. Cuando recibían una caricia física expresaban sentimientos de compasión, gratitud, calma y ternura.

 

El contacto físico es vital desde el nacimiento y durante toda nuestra vida. Un estudio del Dr. Bruce Perry, neurocientífico de la Universidad de Houston, encontró en bebés abandonados física y emocionalmente un deterioro intelectual y en su personalidad.

 

Los hijos de papás que nunca expresaron apegos físicos, como caricias, abrazos o juegos, tuvieron un 20 por ciento menos de materia gris (dendritas) en sus neuronas cerebrales.

 

Un abrazo está relacionado a emociones de compasión, cooperación, placer, confianza y amor.

 

Además, tiene impacto positivo en nuestra salud física reduciendo la presión arterial, estrés y ayuda a liberar oxitocina.

 

La oxitocina es conocida como la «hormona del amor» y favorece el bienestar, relajación y apego afectivo.

 

Esta hormona también es producida en el periodo de lactancia fortaleciendo el vínculo afectivo entre la madre y su bebé.

 

Una caricia física activa la oxitocina y produce sentimientos de confianza, seguridad, conexión, tranquilidad y felicidad.

 

Estudios nos indican que las parejas, en sus primeros años de relación, tienen niveles muy altos de oxitocina comparados con las personas que no tienen.

 

Espero que la pandemia no desvalore el contacto físico por el alejamiento y aislamiento social que estamos obligados a guardar.

 

No olvidemos acariciar a una mascota, dar masaje a nuestra pareja, ser juguetones con nuestros hijos y especialmente, darnos un abrazo a nosotros mismos y a las personas que más amamos.

Todos merecemos un abrazo.

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