¿Por qué fracasamos con los adolescentes?

La adolescencia es la etapa más peligrosa de la vida. Los adolescentes están expuestos a una gran cantidad de distractores y conductas riesgosas como manejar alcoholizados, fumar, tener relaciones íntimas sin protección y ver pornografía.

 

– Los accidentes automovilísticos son la primera causa de muerte entre chicos de 15 y 20 años.

 

– Y 1 de cada 3 accidentes está relacionado con el consumo de alcohol.

 

– Más del 40 por ciento de los adultos alcohólicos iniciaron su consumo entre los 15 y 19 años.

 

– La adicción al juego y las apuestas inicia en promedio a los 13 años.

 

Existen una gran cantidad de estrategias y programas para prevenir conductas de riesgo, pero no tienen éxito.

 

Muchos estudios afirman que el cerebro inmaduro del adolescente es responsable de gran parte de sus malas decisiones. A través de estudios cerebrales como la resonancia magnética se observa que el cerebro del adolescente prefiere elegir conductas novedosas e impulsivas sin importar las consecuencias de sus malas decisiones.

 

Hasta los 25 años madura el lóbulo frontal, que se encuentra en la frente, y es responsable de la planeación, razonamiento, control de impulsos, jerarquía de nuestras decisiones y reflexión de sus consecuencias.

 

¿Por qué fallan los programas y estrategias?

 

Los programas tradicionales de intervención se basan solamente en proporcionar información de los riesgos, y los adolescentes deciden decidir libremente lo que quieren para ellos.

 

Sin embargo, el cerebro del adolescente elige conductas que le producen placer sobre decisiones racionales del deber ser.

 

Muchas estrategias asumen que el adolescente evaluará los riesgos contra los beneficios y tomarán la mejor decisión.

 

Debemos tomar en cuenta que su arquitectura neurológica no está terminada y su cerebro inmaduro no pensará como un adulto.

 

El adolescente elige lógicamente una buena conducta sobre una mala, sin embargo, la mayoría de las veces escoge la conducta peligrosa.

 

Uno de los problemas más fuertes es que sobrevaloran los beneficios percibidos de la situación y minimizan los riesgos. Ejemplos claros son los argumentos que usan los adolescentes para los videojuegos, la pornografía, el alcohol o la mariguana.

 

En nuestras manos está ayudarlos y prevenir que tomen malas decisiones. Es muy probable que no comprendan las consecuencias peligrosas debido a su falta de experiencias relevantes.

 

Hay que ayudarlos a entender las verdades relacionadas con las conductas de riesgo.

 

La confianza se gana y no se regala a los adolescentes.

 

Confiar ciegamente en que tomarán siempre las mejores decisiones es utópico y peligroso.

 

Supervisarlos, fijando normas claras y aplicando consecuencias a sus decisiones son acciones clave para protegerlos: por ejemplo, eliminar o reducir el número de amigos que pueden acompañar a los conductores, no viajar con un conductor alcoholizado o llamar para recogerlos cuando en una fiesta no hay supervisión.

 

Se trata de ayudarlos a reconocer señales de peligro antes de que sea demasiado tarde.

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