El 14 de febrero EL NORTE publicó una nota preocupante: «Nuevo León ocupa el primer lugar de divorcios en México». Mi pregunta es por qué muchos de los matrimonios terminan cuando se hicieron una promesa de amarse y respetarse para siempre. ¿Mintieron cuando dieron el «Sí»? Creo que no.
Hay causas como infidelidad, violencia, abandono o falta de apoyo económico. Sin embargo, durante la pandemia y postpandemia ha habido un incremento exponencial. ¿Por qué?
Nos enfrentamos a una generación con mayor deterioro de su salud mental. Muchos llegan al matrimonio sin haber resuelto sus problemas y vacíos emocionales.
Uno de los grandes errores al casarnos es esperar que nuestra pareja nos ayude a solucionar todas nuestras carencias afectivas.
Hace algunos meses me visitó un joven a mi consulta privada solicitando ayuda en su matrimonio. Tiene 32 años, tres meses de casado y ya desea divorciarse. Al preguntarle por qué, me contestó: «Maestro, esperaba que mi esposa me ayudara a ser mejor y me doy cuenta de que es ella la que necesita más apoyo».
Uno de los grandes errores es casarnos vacíos o con grandes expectativas de lo que nuestra pareja debe cumplir. «No me caso para ser feliz, sino para hacer feliz a mi pareja». Creo que llegamos al matrimonio con un gran equipaje de broncas emocionales y de salud mental y las desbordamos hacia nuestra pareja e hijos.
La patología conyugal se considera una de las experiencias más estresantes y tóxicas en comparación con otros eventos de la vida. Una mujer de 35 años, casada por cuatro años y con un hijo de 2 años pedía orientación porque deseaba separarse de su marido. El motivo era que su esposo era muy explosivo y tenía miedo por su seguridad y la de su hijo. Al preguntarle si en el noviazgo era lo mismo, me respondió: «Pensaba que cambiaría al casarse. Pero nunca ocurrió y cada año aumentaba cada vez más».
Existen en muchos matrimonios personalidades que hacen un infierno la vida marital. Debe haber ajustes para adaptarse el uno al otro, pero otra cosa es que el otro deba adaptarse a mi personalidad, valores y objetivos, sin importar violentarla: «Así me conociste y así te casaste conmigo».
El matrimonio es un establecimiento social con conjuntos de reglas y regulaciones que definen los derechos, deberes y privilegios de ambos. Sin embargo, existe una fuerte asociación de las enfermedades mentales con las complicaciones matrimoniales. El matrimonio, más que ser un factor protector es, muchas veces, un detonador de trastornos y deterioro de la salud mental. El estrés marital tiene una alta correlación con la adquisición de enfermedades psiquiátricas.
En un estudio llamado Psychiatric morbidity and personality profile in divorce seeking couples se observó que, entre mayor ansiedad presentaban las parejas, había más interés en divorciarse. Igualmente, las personalidades obsesivas eran más propensas a tener más problemas conyugales y separaciones. El alcohol se considera como uno de los factores causales o asociativos que conducen a una relación rota. La dependencia, la pasividad, la agresión y la paranoia tienen mayor incidencia de estrés conyugal.
En conclusión, es fundamental al elegir a nuestra pareja ir más allá de lo físico, económico o intelectual: debemos analizar con profundidad su salud mental y no caer en el error de que el amor lo cambia todo o que seremos los mejores terapeutas de nuestra pareja. Llegar con una buena salud mental al matrimonio es garantía de que la vida conyugal crecerá fuerte y con una relación de amor profundo y permanente.