Niños ‘Cristal’

La pandemia ocasionó cambios en nuestras rutinas, relaciones sociales y hasta transformó nuestras personalidades. Para muchas familias trajo pérdidas económicas, escolares, emocionales y hasta humanas.

Para las personas que tenían problemas en su salud mental, la pandemia acentúo más sus trastornos emocionales. En una nota publicada por Washington Post el 31 de marzo del año pasado se comunicó que, entre los años 2009 al 2019, aumentó de un 26 a un 37 por ciento de adolescentes con sentimientos de tristeza, soledad y abandono. Y, en el año 2021, aumentó a un 44 por ciento su sentimiento de malestar emocional causado por la pandemia.

Otro estudio, publicado por la revista Population Health en marzo del 2021, reportó que más del 40 por ciento de los adolescentes en 73 países carece de satisfacción en la vida, placer por pequeñas cosas o actividades gratificantes momentáneas y una felicidad más perdurable y a largo plazo de la vida, mostrando que las niñas tenían peor salud mental que los niños.

Recientemente he dialogado con maestros de varias escuelas y me comparten su preocupación ahora en este regreso a clases: «Maestro, tenemos ahora ‘Niños Cristal’, porque por todo se desaniman y renuncian al realizar sus tareas». «No se les puede corregir sus errores sin que los papás intervengan y los sobreprotejan». «Un día les dije a mis alumnos de secundaria ‘que usaran su cerebro’ porque tenían flojera para aprender a solucionar un problema de matemáticas y me denunciaron con la directora porque les dije que eran unos TONTOS. Jamás les dije eso».

Muchos papás creamos una burbuja alrededor de nuestros hijos durante la pandemia para que no sufrieran más por el aislamiento social que experimentaron. Durante estos años muchos de nuestros hijos no desarrollaron la capacidad de tolerancia hacia las frustraciones, ya que los padres los rescatamos antes de que vivieran experiencias o consecuencias negativas.

Lamentablemente, la participación de los padres hoy en día está adquiriendo una forma y un tono muy diferentes: desconfianza sobre lo que está pasando en clase, decir a los profesores cómo hacer su trabajo y cuestionar el juicio y toma de decisiones de los administradores. Hoy es común que algunas mamás exijan asistir a cada una de las clases de su hijo todos los días. Una mamá me comentaba: «Maestro, necesito estar con mi hijo (5 años) en el salón para ayudarle a hacer lo que le pide la maestra. Mi hijo no pude hacer las cosas solo».

Hoy no solamente veo una generación nueva de niños, sino también de papás. A raíz de la pandemia, muchos hemos cambiado tanto para proteger a los niños de experiencias difíciles,. En nombre de la compasión nos hemos convertido en fanáticos del control. Son «padres que funcionan demasiado». Tienen buenas intenciones, pero se entrometen en el trabajo que los profesionales hacen con sus hijos.

Les estamos robando a nuestros hijos «chorros de dopamina» al hacer las cosas por ellos. Cuando el ser humano tiene la experiencia de haber obtenido un logro significativo, nuestro cerebro produce dopamina que nos llena de satisfacción y nos invita a intentarlo nuevamente. Parece bien que muchos padres intervengan corrigiendo a los maestros o evitan situaciones adversas a nuestros hijos, pero es todo lo opuesto: estamos maleducando a nuestros hijos haciéndolos frágiles e incapaces de enfrentar retos o fracasos.

Ayudemos a incrementar su fortaleza y voluntad para que enfrenten desafíos y evitar así que sean «niños Cristal».

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