¿Por qué hay gente mala?

Muchas veces no entendemos el porqué hay gente mala, aun entre la misma familia. La neurociencia nos puede ayudar a explicar algunas causas biológicas por las que algunas personas toman malas decisiones y, sin remordimiento, lastiman a los demás y a sus seres queridos.

En primer lugar, podemos definir que existen tres patrones de actividad cerebral relacionados con la agresión. El primer tipo llamado agresivo-impulsivo se asocia a un flujo sanguíneo reducido en los lóbulos frontales (hipofrontalidad). La investigación ha vinculado este tipo de trastorno antisocial de la personalidad. Las personas con bajo flujo sanguíneo en la corteza prefrontal (PFC) a menudo luchan para controlar los impulsos agresivos, aumentando la probabilidad de cometer actos violentos. La mayoría de las veces la causa es poca presencia de dopamina, neurotransmisor que provoca interés y motivación y que tiene la facultad de activar el lóbulo frontal para crear mayor empatía y control de impulsos.

El segundo tipo llamado agresivo-compulsivo se encuentra en personas con demasiada actividad en los lóbulos frontales (hiperfrontalidad). Estos individuos tienden a explotar debido a la inflexibilidad cognitiva o atascarse en pensamientos negativos. Esta característica es más predominante en las personas que padece hiperactividad e incapacidad de regular sus emociones y reacciones. Y el tercer tipo son anormalidades del lóbulo temporal que se caracteriza por niveles anormales de flujo sanguíneo en los lóbulos temporales y/o frontales.

En un análisis realizado con escáneres SPECT y MRI (tecnologías para hacer mapeos cerebrales) por el Dr. Daniel Amen, psiquiatra norteamericano y especialista en desórdenes cerebrales, y que involucraron a 21 delincuentes violentos condenados por delitos impulsivos, se encontró que 16 de los delincuentes tenían niveles variables de flujo sanguíneo reducido en estas regiones del cerebro.

Se entiende que cada cerebro funciona en forma diferente que otro, sin embargo, en la mayoría de los casos de personas que comenten delitos se observa un bajo flujo sanguíneo o poca actividad en el cerebro, que fue el caso de Kip Kinkel. En 1998, Kinkel, de 15 años, asesinó a sus padres a sangre fría antes de usar un rifle semiautomático para matar a sus compañeros de la Preparatoria Thurston en un horrible tiroteo masivo en Estados Unidos.

Kinkel, que había sido diagnosticado con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), depresión clínica y dislexia, mató a dos estudiantes e hirió a otros 25. Un escáner SPECT del cerebro de Kinkel fue mostrado en su juicio. El escáner cerebral del asesino reveló una marcada disminución general del flujo sanguíneo, principalmente en dos regiones: lóbulo temporal medial izquierdo y corteza prefrontal orbital inferior. No se supo las causas de esta alteración en el cerebro de Kinkel, pero pudiera haber sido expuesto a eventos traumáticos o experimentado anoxia (cuando el cerebro está privado de oxígeno) al momento del parto.

En algunos casos, los asesinos pueden tener cerebros con demasiada actividad. Como el caso de Stephen Virgil McGilberry, que a los 16 años mató a su familia en 1994 con un bate de beisbol. Diagnosticado con TDAH y dislexia, Stephen tenía conductas agresivas y tenía una relación desafiante con su madre. En una rabia acalorada, agarró el bate y la mató, así como a su padre y dos hermanos.

El escáner SPECT de Stephen muestra hiperactividad severa en el cerebro, especialmente en dos regiones: corteza prefrontal-asociada con previsión, juicio y empatía, y giro cingulado anterior destinado a ayudar a las personas a pasar de un pensamiento a otro o de una acción a otra. Cuando hay demasiada actividad en el giro cingulado, la gente tiende a ser más compulsiva. Además, es más probable que se queden atascados en los patrones de pensamiento negativo y el comportamiento poco saludable.

¿Se pueden prevenir que exista gente mala? La respuesta es sí. La biología y el cerebro predispone características del comportamiento y personalidad, pero no lo determina. Lo que define nuestras conductas es nuestra voluntad, carácter, educación y decisiones. Comprendo que al momento de nacer hay niños más difíciles que otros, pero esto no los definirá toda la vida. Cada uno de nosotros tenemos la capacidad de cambiar esta biología y elegir bien nuestro camino y metas. En general, una mejor función cerebral conduce a una mejor toma de decisiones, mejor juicio y comportamiento. Centrarse en aumentar la salud del cerebro en los primeros signos de problemas puede ser una manera de evitar el comportamiento impactante que conduce a conductas tóxicas y delictivas.

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