Esta semana se levantó polvo al anunciar el retroceso educativo en Lectura, Matemáticas y Ciencias por la prueba PISA (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes) aplicada el año pasado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en alumnos de 15 años.
Los resultados muestran que los estudiantes mexicanos tuvieron un desplome: cayeron 15 puntos en Matemáticas y 10 puntos en Comprensión Lectora, en comparación con 2018. México ocupa el lugar 35 entre los 37 países miembros de la OCDE que fueron evaluados y es el peor en Ciencias.
Mientras los países de la OCDE obtuvieron 478 puntos, México alcanzó un promedio de 407. Estos resultados muestran que dos de cada tres estudiantes no alcanzaron el nivel básico de aprendizaje en Matemáticas.
Podemos culpar de este atraso al aislamiento social por la pandemia y sus clases a distancia, la inadecuada claridad en los contenidos de los programas educativos, la falta de retroalimentación, la carencia de metodologías didácticas, la falta de asesoramiento de los maestros, la carencia de supervisión de los padres de familia y hasta la apatía de los alumnos.
Los motivos son multifactoriales y debemos encontrar la raíz del bajo desempeño e implementar estrategias de enseñanza-aprendizaje para armarlos con herramientas para tener éxito no sólo en la escuela, sino en la vida.
No es suficiente centrar los esfuerzos solamente en desarrollar capacidades cognitivas y académicas como la lectura de comprensión, razonamiento matemático, pensamientos deductivo e inductivo, sino también habilidades emocionales y ejecutivas. Los datos de PISA muestran que estos aspectos están relacionados con el rendimiento de los estudiantes en Matemáticas.
En todos los países de la OCDE los estudiantes curiosos o persistentes puntuaron alrededor de 11 puntos más en Matemáticas. Los estudiantes capaces de controlar emociones o resistentes al estrés superaron a sus compañeros por alrededor de 6 puntos. Además de rendir mejor, los estudiantes con habilidades sociales y emocionales fueron más comprometidos con el aprendizaje presencial o a distancia.
No quiero decir que ahora lo más importante es desarrollar en nuestros hijos habilidades sociales y emocionales para que tengan buen desempeño. Debemos profundizar si esta decadencia es una causa relacionada a la falta de conocimiento o habilidad relacionada a los procesos académicos y cognitivos o carencia de procesos emocionales o ejecutivos. ¿Cuántos tuvieron un mal resultado porque no saben leer o carecen de razonamiento matemático o porque no quisieron comprometerse a contestarlo bien?
Los resultados de PISA no sólo demuestran la calidad escolar, sino también el compromiso de los adolescentes, tiempo de cambio rápido donde los chicos navegan por la formación de su identidad, relaciones entre iguales y desafíos académicos.
No olvidemos que la educación es una formación integral: conocimientos, competencias, capacidades y habilidades sociales, emocionales y ejecutivas. La escuela no es la única encargada de brindar educación integral: los padres tienen responsabilidad de apoyar a sus hijos para hacerlos resilientes, constantes, responsables y dispuestos al trabajo sin importar lo difícil o aburrida la tarea.
Una buena educación entre todos es dotar a los jóvenes de 15 años de las herramientas necesarias para controlar el estrés, adaptarse a los contratiempos y fomentar la resiliencia y una mentalidad positiva, atributos y competencias necesarios para el éxito en la vida