Esta semana una alumna al final de clase me pidió hablar conmigo a través de Zoom y me comentó: “Maestro, ¿es normal que no sea la misma? Antes de la pandemia hacía mis tareas a tiempo, tomaba apuntes y ponía atención en clases, estudiaba con tiempo para los exámenes, era puntual y no faltaba clases. Ahora me cuesta mucho poner atención, mis tareas las hago hasta el último momento y a veces no las entrego, no tengo motivación para poner atención a los maestros y tengo mucha apatía a la escuela y mi vida. ¿Por qué y qué puedo hacer para ser la misma de antes?
Estamos a pocos días para cumplir un año de confinamiento por el COVID-19 y hemos tenido grandes consecuencias en nuestros trabajos, escuelas, familias y sociedad. Sin mencionar los grandes impactos emocionales negativos en muchos de nuestros hijos. Hay una gran cantidad de estudios que afirman que el aislamiento social afecta muchas áreas de nuestra persona: atención, memoria, solución de problemas, sueño, esfuerzo, control de impulsos, sentido de vida, inicio de tareas, motivación y estados emocionales. El Dr. Palinkas, antropólogo de la Universidad del Sur de California, investigó expediciones para conquistar lugares inhóspitos, Polo Norte y Sur y Ártico, y durante meses sin regresar a la civilización. Encontró que el 60% de los exploradores padecieron conductas de agresividad, insomnio, apatía, depresión, ansiedad, pensamientos e intentos suicidas, desmotivación y pérdida de un sentido de vida significativo para vivir. El Dr. John Cacioppo, profesor de la Universidad de Chicago, afirma que la soledad se asocia a un incremento de los niveles de cortisol, hormona del estrés, aumentando la presión arterial y disminuyendo las defensas del sistema inmunológico que lucha para prevenir las infecciones.
La pandemia a la mayoría de nosotros nos ha cambiado y claro que no somos iguales que hace un año. Algunos de nosotros nos hicieron más resilientes, otros más vulnerables y muchos se han hundido ante la crisis y padecen de estados emocionales de resignación, abandono, soledad, depresión y total aniquilación. Hoy más que nunca los papás debemos estar más alerta ante el cambio de comportamiento de nuestros hijos. Aprendamos a observar y más especialmente a escuchar porque cuando muestren señales emocionales graves puede ser demasiado tarde. Mi alumna me dijo que este sentimiento de malestar y abandono lo ha padecido por meses y sus padres no lo han notado.
El aislamiento social ocasionado por la pandemia ha detonado una gran cantidad de problemas emocionales como sentimientos de soledad, ansiedad, estrés, baja autoestima, abulia (poca iniciativa y esfuerzo), falta de motivación y pérdida de sentido de vida. Busquemos nuevas formas creativas para convivir en familia como ponerse de acuerdo para ver una película, hacer retos en TikTok y en comida familiar cada uno lleve un cuestionamiento como: “Sabías qué…?” La convivencia familiar y social es esencial para lograr un equilibrio emocional y una buena salud mental a pesar del confinamiento.