Me enoja lo imperfecto

No hay datos exactos sobre qué porcentaje de niños son perfeccionistas, sin embargo, en un estudio realizado por Hewitt y Flett en el 2006 se encontró que entre el 20 y 30 por ciento de los universitarios muestran niveles significativos de perfeccionismo, lo que podría indicar que algunos de estos rasgos se desarrollan durante la infancia y la adolescencia.

Otro estudio, de Curran y Hill, del 2017, encontró que aquel afán ha aumentado significativamente en las últimas décadas.

En mi experiencia observo que más del 30 por ciento de mis alumnos universitarios presentan conductas perfeccionistas en sus comportamientos personales y académicas. Es fundamental comprender que el perfeccionismo puede manifestarse de diferentes maneras y en diferentes grados en cada persona, por ejemplo, en mis clases rayaba la pantalla donde hacía mis presentaciones. Los alumnos me pedía que borrara, porque no podían concentrarse. Entonces, les decía que no hicieran caso de las rayas, pero no podían y hasta los alumnos se levantaban para borrar.

En otro ejemplo, un niño de 4 años estaba comiendo cuando se dio cuenta que su plato estaba un poco astillado de una orilla y pidió que se lo cambiaran para poder comer.

¿Qué significa un niño o adolescente perfeccionista? Son aquellos que muestran una tendencia a establecer estándares extremadamente altos para sí mismos y buscan la perfección en diversos aspectos de sus vidas. Tienen una fuerte necesidad de mantener un nivel de excelencia en todo lo que hacen, ven o experimentan, ya sea en el ámbito académico, deportivo, social o personal.

Además son críticos consigo mismos y no se permiten cometer errores y se sienten extremadamente decepcionados cuando no alcanzan sus exigencias. Y uno de los puntos más críticos es que tienen una personalidad muy rígida y son incapaces de adaptarse a situaciones que están lejos de sus rutinas y estilos de vida. Tienen una mentalidad de «todo o nada» en la que sólo consideran el éxito absoluto o el fracaso total. No reconocen los logros parciales o pequeñas imperfecciones.

Si nuestro hijo tiene tendencias perfeccionistas es muy importante ayudarle a disminuir su ansiedad y adaptarse ante lo imperfecto, ya que sufrirán de consecuencias graves a corto y largo plazo. Lo primero es que experimentan altos niveles de estrés debido a la presión que se imponen a sí mismos. Pueden sentirse abrumados y tensos ante el temor de no cumplir con sus propias expectativas.

También pueden sentirse desvalorizados al no lograr sus estándares y provocarán baja autoestima al percibirse incapaces e inútiles, y pueden afectar sus relaciones sociales al ser muy críticos tanto con ellos mismos como con los demás, lo que puede generar conflictos en sus interacciones con la familia y amigos.

¿Qué hacer? Tenemos una tarea difícil, pero no imposible. Aprovechemos cada momento de la vida cotidiana con nuestros hijos para desafiarlos y que se adapten a situaciones imperfectas. Si nuestro hijo de 4 años nos pide cambiar de plato para comer porque no es perfecto, le podemos decir: «Hijito, entiendo que este plato no te gusta porque tiene un pequeño defecto, pero no pasa nada si comes en él».

Nuestros alumnos deben aprender que pueden continuar aprendiendo sin importar lo imperfecto que sean las presentaciones. Dejemos que se enfrenten a situaciones imperfectas y evitemos que siempre encuentren todo como lo esperan. Necesitamos que se relajen cuando no es lo que esperan y no tengan miedo de fracasar o al no obtener un resultado perfecto.

familia21@elnorte.com

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