Vivimos en una sociedad de gran estimulación y velocidad. Nuestros hijos son saturados de mucha información y expectativas de la familia, escuela y amigos.
He observado a muchos adolescentes y jóvenes que viven encerrados en pensamientos negativos y destructivos, ya que quieren responder a las presiones y expectativas de las redes sociales y amigos. Por consecuencia, nos enfrentamos a una generación de hijos con grandes problemas emocionales y dificultades para tener un sueño saludable.
Veo un aumento de estudiantes preparatorianos y universitarios con serios trastornos de salud mental como ansiedad y depresión. ¿Cómo podemos ayudarlos? En primer lugar, cambiando la percepción que tienen de ellos mismos y su interpretación de la realidad.
Hay dos reglas fundamentales de la vida para ser felices: la primera es mantener un espíritu tranquilo y, la segunda, es mirar las cosas a la cara y conocerlas por lo que son.
1. Mantén un espíritu tranquilo.
Pienso que la mayoría de la gente estaría de acuerdo en que, si nuestra mente está llena de pensamientos negativos, ansiosos y depresivos, la vida va a ser un desafío. Tener un espíritu tranquilo significa mantener sus pensamientos limpios y puros. En otras palabras, la felicidad depende de la calidad de nuestros pensamientos. Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos la hacen. Los pensamientos crean palabras, las palabras originan emociones y las emociones impulsan acciones.
Entiendo que es difícil cambiar los pensamientos existentes, ya que son alimentados por creencias que existen por muchos años. No perdamos el tiempo discutiendo o pensando el deber ser una buena persona, sino hay que ser una verdaderamente: impulsemos a nuestros hijos a vivir, actuar y no encerrarse en ellos mismos pensando que el mundo es injusto, porque jamás saldrán de la profundidad de su tristeza.
2. Mira las cosas a la cara y conócelas por lo que son.
Nuestros hijos perciben que lo que ven y escuchan es lo real y verdadero. Sin embargo, debemos convencerlos de que lo que escuchan es sólo una opinión de ellos y no un hecho y todo lo que vean es un punto de vista y no la verdad.
Al mirar las cosas como son, dejamos de lado nuestra necesidad de ser aceptados, nuestros prejuicios culturales, traumas no resueltos y prejuicios subconscientes que a menudo dan forma y dirigen nuestra percepción de la realidad. No permitamos a nuestros hijos que su único mundo real sea de una pantalla.
La mayoría de las imágenes y videos son imaginarios que solamente tratan de mostrar una vida llena de mentiras y crear envidias. Muchas veces la verdad no es lo que es sino cómo la queremos ver. No permitamos a nuestros hijos que su sentido de vida y verdad dependa de realidades consumistas, ficticias y que responden a un hedonismo incontrolado.
Para ser felices se necesita tener un sentido verdadero y significativo de vida que los impulse a vencer retos trascendentes, trabajar duro y con sacrificio para lograr sus sueños y vivir al servicio y agradecimiento a los demás y a Dios. Aunque no lo creamos, se necesita muy poco para hacer una vida feliz y todo está dentro de nosotros mismos.
Busquemos la alegría en la simplicidad y aprendamos a apreciar cada momento de nuestra vida: en un simple saludo, un atardecer, la melodía de las olas al romper en la playa y el caminar de la mano con la persona amada.