Los tiempos difíciles requieren de duros de mente. Una persona dura de mente significa que tiene la habilidad de controlar sus pensamientos, emociones y acciones en vez de ser controlados por ellas.
Por ejemplo: en lugar de ser absorbido por espirales de autocrítica y vergüenza, la dureza mental es lo que te permite redirigir tu atención y pensar en otro aspecto menos destructivo, como esa conversación que estás teniendo con tu hijo o el informe que se supone que debes redactar. En lugar de responder impulsivamente al comentario sarcástico de tu cónyuge con un ingenioso golpe propio, puedes resistir el impulso y no decir nada o mencionar que no aprecias el sarcasmo. En otras palabras, si quieres ser emocionalmente resistente, debes entrenarte para ser mentalmente fuerte.
En las últimas semanas he escuchado decir a muchos directores y maestros que los salones de clase parecen campos de batalla. Los alumnos no tienen tolerancia a pequeñas frustraciones y reaccionan con impulsividad ante cualquier adversidad.
Una directora de una escuela primaria compartió su experiencia: «La regla de la escuela es que no pueden usar celular en el salón de clase. Una alumna de quinto lo usó y se lo recogimos. Me encuentra en el pasillo y con gritos me exigía que se lo regresara». Y un coordinador de disciplina de secundaria me compartió: «Hoy es muy común que los alumnos se peleen dentro y fuera de la escuela. Niñas y niños se agarran a golpes por rumores o pequeñas diferencias. La semana pasada, dos adolescentes (niñas) se pelearon porque una decía que era más popular que la otra».
¿Cómo formar hijos duros de mentes? Como cualquier tipo de entrenamiento, desarrollar fuerza mental requiere un compromiso con buenos hábitos y prácticas a lo largo del tiempo. Aquí hay tres pequeños hábitos que mejorarán lenta, pero de manera segura, su fortaleza mental y resistencia emocional:
1. Ser honesto acerca de cómo te sientes emocionalmente. La inteligencia emocional afirma que una de las capacidades más importantes es saber identificar emociones. Por ejemplo, ¿te sientes enojado? Si es así, ¿qué tipo de enojo? Si tenemos el hábito de evitar hablar sobre cómo nos sentimos le enviamos un mensaje directo al cerebro de que los sentimientos dolorosos son cosas que deben evitarse. Pero, si lo entrenamos a reconocer nuestras propias emociones, podemos enseñarle que, por dolorosas que sean, las emociones difíciles no son peligrosas.
2. No viajemos mentalmente tanto en el tiempo. La mayoría del sufrimiento emocional es resultado de tener tantos viajes mentales al pasado o futuro de nuestra vida. El viaje mental en el tiempo es la asombrosa capacidad que tenemos para pensar en el futuro con nuestra imaginación o revivir eventos del pasado de memoria. Entrenemos a nuestros hijos a vivir en el presente y evita que el resentimiento y venganza los conquiste en sus vidas.
3. Distinguir caprichos contra necesidades reales. Una gran parte de la fortaleza mental es la capacidad de resistir impulsos inútiles: te has comprometido a hacer ejercicio cinco días a la semana, pero esta noche, te sientes perezoso y quieres ver televisión o un compañero de escuela dice algo grosero y sientes el impulso de golpearlo. Con demasiada frecuencia, nuestras mejores intenciones son saboteadas por nuestras mentes en forma de reacciones impulsivas, antojos, miedos y similares.
Al final del día, los verdaderos valores e ideales contienen mucha más fuerza motivadora que caprichos o impulsos momentáneos. Una sorprendente cantidad de fortaleza mental proviene de adquirir el hábito de distinguir los deseos momentáneos de los valores genuinos.