Estamos a una semana del inicio de clases en educación básica y ya empezó la guerra de maestros. En Estados Unidos varios distritos escolares dirigen su mirada a la planta docente de otras ciudades para convencerlos de que trabajen con ellos, ofreciéndoles mejores sueldos, compensaciones y prestaciones.
Esta guerra se debe a no hay quien quiera ser docente.
Hay una gran inquietud por la falta de profesores en diversas partes del mundo Monterrey no es la excepción: muchos directores se quejan de que ya tenían toda su planta de maestros y, semanas antes de las clases, renuncian para irse a otras escuelas por mejor sueldo y prestaciones.
Esta crisis se manifiesta de diversas formas, siendo la falta de reconocimiento y de apoyo administrativo, así como un aumento de problemas neurodivergentes, socioemocionales y conductas desafiantes entre los alumnos y padres sobreprotectores que han llevado a muchos educadores a abandonar su profesión o no elegirla.
La crisis está ligada a la percepción social del trabajo docente que, a menudo, es menospreciado y desmotiva a las nuevas generaciones a adentrarse en la enseñanza. Conozco amigos dedicados a la docencia que buscan su jubilación temprana y su razón es los conflictos de comportamiento que han experimentado con sus alumnos y padres de familia.
Un estudio realizado por Gabriela Ramos, directora asistente de la Escuela Primaria Tavan, en Tucson, Arizona, titulado «¿Podría haber una política más holística para abordar la disciplina en el aula?», resalta que las preocupaciones sobre la disciplina estudiantil son factores determinantes que llevan a los maestros a plantearse abandonar sus puestos.
Otros estudios mencionan que más del 40 por ciento de los maestros, desde preescolar hasta universidad, están preocupados por la indisciplina y falta de respeto de los alumnos. Y si a esto se agrega la falta de respaldo institucional se acentúa más el problema.
Es esencial abordar de forma integral estos factores para atenuar la crisis educativa, que se manifiesta en una creciente escasez de personal docente y merma la calidad educativa, pues los estudiantes se ven perjudicados al encontrarse en aulas con una alta rotación de docentes y una enseñanza inconsistente.
Además, esta crisis no sólo impacta a los estudiantes, sino que también daña la reputación de la profesión.
Necesitamos fortalecer la formación de maestros, fomentar en los alumnos el compromiso y deberes, y promover entre los padres de familia ser colaboradores en el proceso de educación y no enemigos de los maestros.