Periódico Vanguardia
El rey Salomón es considerado como un gran modelo de sabiduría y juicio en el Antiguo Testamento. La Biblia narra de cómo una gran cantidad de personas recorrían largas distancias para pedirle su consejo. Sin embargo, su sabiduría distaba mucho de aplicársela en su vida.
El Dr. Igor Grossman, psicólogo cognitivo social de la Universidad de Waterloo en Inglaterra, ha investigado la tendencia de dar mejores consejos a los problemas ajenos que sobre los propios. Hay un refrán que se aplica perfectamente a esta situación: “En la casa del herrero cuchillo de palo.” Se puede interpretar que en la casa de un herrero debería ser que los utensilios sean de hierro. De ahí que pueda haber algunas paradojas de la vida: Un chef que nunca cocina en casa o un mecánico que nunca repara su propio automóvil. En otras palabras, es más fácil dar consejos a los demás que aplicarlos a uno mismo.
El Dr. Grossmann demostró que la sabiduría no es fija, sobre todo aplicada a nuestras vidas. Los problemas personales nos hacen ser más ciegos a nuestra experiencia y toma de decisiones ya que se involucran nuestras emociones y podemos ver las cosas en forma equivocada. Es más probable que resolvamos mejor los problemas ajenos que los propios. Aún más, si hay involucramiento familiar o personal; afecta en nuestra capacidad para buscar soluciones efectivas a los problemas. Cuando la situación nos afecta emocionalmente, desarrollamos una ceguera cognitiva que afecta la toma de decisiones y no somos capaces de ver más allá de nuestras narices: “Cuanto más nos alejemos emocionalmente de un problema, menos afectará nuestro juicio.”
Las personas que muestran mayor sabiduría al resolver un problema, la clave es mantener una distancia grande entre nuestras implicaciones emocionales y la situación que deberá ser resuelta. La recomendación es reflexionar no en primera sino en tercera persona. El Dr. Grossmann lo comprobó ante situaciones de infidelidad de las parejas. En vez, de buscar soluciones en ellas mismas, les pidió que hablaran en tercera persona logrando distanciarse más de la experiencia de la traición y fueron capaces de razonar más eficientemente y encontraron mejores soluciones a su problema. La clave más importante para tener mayor sabiduría en la toma de decisiones es preguntarnos: “¿Qué piensa ella o él?” o “¿Cómo reaccionaría para solucionar el problema?” en vez “¿Qué pienso o qué haría para solucionarlo?”
Otra forma para tener una mejor perspectiva para solucionar nuestros problemas es “yo futuro.” Hay que adelantar nuestra imaginación un mes más o el año próximo y pensar qué haríamos para solucionarlo. Esto nos ayuda a no tener la presión o estrés del presente y quitarnos el pensar negativamente en el hoy. Esto nos permitirá analizar el problema más objetivo y sin tener la presión emocional.
Y si todo lo anterior falla, recurramos a un profesional, amigo, maestro o sacerdote y con humildad escuchemos sus consejos para encontrar a un tercero que no tiene ninguna implicación emocional o psicológica con la persona o el problema. La historia hubiera cambiado si el rey Salomón hubiera permitido tener consejeros a su lado y con humildad aceptado sus recomendaciones. “¿Quién es sabio? Aquel que aprende de toda persona.”