Estamos a pocos días de celebrar el Día del Maestro y les envío un gran abrazo de felicitación a todas aquellas y aquellos que hacen de la enseñanza su vocación y sentido de vida. Nunca ha sido fácil ser maestro, pero la complejidad en su trabajo ha aumentado en los últimos meses.
Este año cumplo 46 años de ser maestro en forma ininterrumpida, desde los niveles de secundaria hasta posgrado, y observo que estas nuevas generaciones de alumnos presentan mayores desafíos para los maestros que hace 40 años. ¿Cuáles son esos grandes retos?
1. Demérito de la vocación y función de ser maestro. Recuerdo que, en mi niñez, el maestro era un vocación muy valorada y respetada. Mis padres me repetían: «A tu maestro se le respeta y obedece igual que a nosotros». Reconocer y apreciar a la autoridad era uno de los valores más importantes. La obediencia no se cuestionaba y menos si venía de un adulto.
Sin embargo, esto se ha perdido y, como lo afirma el sociólogo alemán Norbert Elias en su libro El proceso de la civilización: «El mayor error que los padres pueden cometer es ignorar la autoridad sobre sus hijos». Es muy difícil educar y formar a nuestros hijos cuando hay un mínimo de confianza y reconocimiento hacia la autoridad.
2. Rezago educativo. La pandemia provocó un estancamiento en el progreso académico de niños y adolescentes. La mayoría de los maestros afirma que, en el regreso a clases presenciales, muchos alumnos presentan grandes lagunas en conocimientos, habilidades y actitudes.
Estas son: niños en preescolar tienen grandes retrasos en su independencia, poca tolerancia a frustraciones y tardanza en su madurez motora y lingüística; alumnos de tercero y cuarto de primaria carecen de habilidades lectoras y aritméticas básicas: muchos no pueden leer pequeñas oraciones o resolver problemas simples de suma o resta; los adolescentes de secundaria perdieron sus hábitos de estudio y presentan problemas de atención y un alto nivel de aburrimiento y apatía en el trabajo escolar.
3. Indisciplina, conductas desafiantes y pocas habilidades sociales. «Los salones son campos de batalla» es el comentario que varios maestros expresan desde preescolar hasta secundaria.
La pandemia y el aislamiento físico ocasionaron que muchos de nuestros hijos desarrollaran problemas de salud mental, poco control de impulsos, depresión, ansiedad y falta de interacción social. Las escuelas reportan un aumento muy preocupante de conductas antisociales y bullying o acoso escolar en muchos estudiantes.
Los profesores somos humanos y fuimos vulnerables también ante los efectos de la pandemia en nuestras familias y nosotros mismos. No somos terapeutas, superhumanos y menos papás para suplantar las funciones de la familia que no pueden cumplir en el hogar. Somo maestros, expertos en didáctica para que los alumnos adquieran conocimientos, habilidades y actitudes para su éxito profesional como lectura, matemáticas, escritura o ciencias.
Claro que la escuela complementa, pero jamás sustituirá el trabajo y vocación de los padres en enseñar a sus hijos el respeto, responsabilidad, obediencia y compromiso al cumplimiento del trabajo y amor a los demás.
Papás: hagamos nuestro trabajo y apoyemos a los maestros en su labor y no la hagamos más difícil porque muchos perderán su vocación, y entonces, ¿quién educará a nuestros hijos? ¿La Inteligencia Artificial?
Celebremos el Día de Maestro e invitemos a nuestros hijos a reconocerlos con un «Gracias».