En los últimos años nos hemos quejado de que tenemos hijos cada vez más frágiles, vulnerables y con grandes riesgos de tomar malas decisiones. Ha aumentado el número de casos de niños y adolescentes con problemas de ansiedad, depresión, baja autoestima, impulsividad, desobediencia, apatía para la escuela, poca tolerancia a pequeñas frustraciones, falta de persistencia y carentes de un sentido de vida significativo. Pero ¿quién tiene la culpa?
Muchos podemos culpar a nuestros hijos de sus carencias por la presión de sus amigos o por el exceso de exposición de tiempo de pantalla. Creo que es un error: los adultos somos responsables en la educación y corrección de niños, adolescentes y jóvenes. Si deseamos una generación de muchachos más fuertes y capaces de elegir bien sus metas y acciones, los adultos con sabiduría y autoridad debemos fortalecerlos con una orientación sana y valiente. La sobreprotección es uno de los grandes errores que cometemos los adultos al tratar de resolverles todos sus problemas.
¿Por qué resolvemos todos sus problemas? La escuela no es excepción. Si un alumno tiene una queja va directamente con el coordinador, director, papá o mamá para que le resuelvan su conflicto con algún maestro. En mi experiencia he recibido decenas de quejas por parte de mis superiores e inmediatamente trato de dar una lección de vida a mis alumnos.
En mis clases hago un paréntesis y presento el descontento expuesto de directores o padres de familia. Les explico que cuando existe un problema debemos afrontarlo y no lanzar los lamentos en personas que no son el origen del mal entendido. Entonces, pregunto: «¿Cuál debería ser la respuesta madura ante la inconformidad?», y la mayoría contesta: «Si el problema es con el maestro, debemos exponerlo a él».
Es correcta su respuesta y les pregunto por qué no lo hacen. Generalmente no hay respuesta. Entonces, continúo la lección de vida: «No me preocupa que ustedes hayan recurrido a otra persona para manifestar su enojo y desahogar su conflicto. Lo más triste es que esta persona que recibió su notificación de protesta, en vez de darles a ustedes la oportunidad de crecer y aprender, les resuelve su problema». ¿Por qué los adultos resolvemos todos sus problemas?
Los chicos que presentan problemas de inseguridad, poca confianza en sí mismos y toman malas decisiones se debe que no se siente capaces de afrontar mínimas adversidades porque están habituados a que los adultos les resuelvan todos. Somos nosotros los adultos el problema y no ellos. No les enseñamos qué significa afrontar y superar tropiezos.
No sólo nos enfrentamos a «Hijos Cristal» (título de nuestro próximo libro que se publicará en marzo del 2024) sino adultos blandos que por miedo o ignorancia damos un amor falso para hacerlos «felices». Y lo que ocasionamos es criar una generación «debilucha» y sin ninguna protección y armas para enfrentar un mundo cada vez más difícil y cruel.
Los invito (padres, maestros, terapeutas, abuelos, entrenadores y sociedad) a reconocer la importancia de formar a una generación de chicas y chicos capaces de enfrentar cualquier decepción y que tengan el valor de vencerla sin recurrir a alguien para que se la resuelva.