Esta semana al dar una conferencia a padres de familia tuve la oportunidad de hablar con algunas maestras de preescolar sumamente preocupadas con respecto a la conducta de sus alumnos: «Doctor», me dicen, «en esta escuela tenemos tres recreos. Sin embargo, a los pocos minutos de haber salido, los niños regresan al salón aburridos y dicen que no saben a qué jugar. Prefieren quedarse sentados el resto del recreo y esperar la clase».
Recordemos nuestra niñez y podemos traer a nuestra memoria que podía faltarnos muchas cosas menos tiempo para jugar. Juegos como la cuerda, roña, voto, los encantados, a la familia, el burro bala, matatena o la pericocha eran actividades de grupo que no podían faltar. También había temporadas para jugar con canicas, yo-yo y balero. No solamente jugábamos a estos juegos, sino que había niveles de dificultad que retaban nuestra destreza y nos impulsaba a practicar para ganar sobre los demás. Nunca faltaba el motivo para jugar solos o con amigos.
La infancia es una etapa crucial en el desarrollo de los individuos, marcada por la exploración y el aprendizaje a través de experiencias vividas. El juego es fundamental para el desarrollo físico, emocional y mental de los niños. La experiencia lúdica es esencial para que los pequeños desarrollen habilidades sociales, fomenten su creatividad y potencien su capacidad para afrontar desafíos complejos, lo que les ayuda a integrarse en la sociedad y a crecer como individuos maduros en el futuro.
Si el juego es algo esencial para los niños, ¿por qué no juegan? Una de las posibles respuestas es que no saben jugar. ¿Cuántos han tenido la experiencia de convivir con otros niños y aprender a jugar? Creo que muy pocos. Hoy se ha malinterpretado jugar a estar enfrente de una pantalla.
Muchos papás están preocupados porque sus hijos no tienen amigos y carecen de las habilidades para hacerlos. El juego es una de las mejores alternativas para socializar, pero para ello el niño necesita desear y saber jugar. El juego ofrece la oportunidad de fortalecer el bienestar emocional y promueve una sensación de pertenencia y seguridad en su entorno. La libertad en los juegos permite a los niños intercambiar responsabilidades, crear reglas y mejorar sus habilidades para resolver conflictos.
Aunque parezca contradictorio hay una gran cantidad de estudios que afirman que los niños suelen preferir los juegos tradicionales en lugar de opciones tecnológicas en el entorno de juego y recreación. Sin embargo, ¿por qué el niño prefiere una pantalla que salir a correr? Reitero: porque no sabe jugar.
Papás: tengamos tiempo para jugar con nuestros hijos y que valoren el ejercicio físico, la destreza en la motricidad y, lo más importante, la convivencia con sus amigos.