En este semestre he tenido la gran oportunidad de impartir una materia para chicas y chicos de prepa. He disfrutado mucho sus clases: son tan espontáneos, curiosos y deseosos de aprender y aclarar sus inquietudes.
Sin embargo, me preocupan, ya que la mayoría está en la encrucijada y no saben qué carrera profesional les gustaría estudiar. Y están a pocas semanas para tomar esta decisión.
Al preguntarles qué es lo que más les apasiona en su vida y qué carrera pudiera responder a esa pasión, me contestan: «Maestro, me gusta Diseño Industrial, pero también me llaman la atención Derecho y Medicina, entonces no sé qué elegir, no quisiera cometer un error y perder mi tiempo estudiando algo que no me va a servir». O también: «Profe, ¿qué piensa de tomarme un semestre sabático para encontrar qué profesión me gustaría?».
Muchos se encuentran en esta situación. Quizás pudiéramos entender que tienen un problema vocacional, ya que no definen su preferencia, pero creo que esto va más allá de una simple ignorancia de las carreras universitarias. Observo en la mayoría inseguridad y el motivo es un gran temor de equivocarse y no escoger la carrera perfecta. «Maestro, ¿qué pasaría si los estudios que elijo no son lo que quería?», me preguntan, y les digo: «Simplemente será un aprendizaje en tu vida y buscarás cómo encontrar tu camino». Su reacción es: «Perderé mucho tiempo y esfuerzo».
Nos enfrentamos a una generación de adolescentes, especialmente mujeres, que tienen un gran temor de elegir y después encontrar algo mejor. Son indecisos y se paralizan en sus tomas de decisiones. No solamente no quieren elegir su carrera, sino que tienen miedo de escoger un pantalón, un carro, un trabajo, una pareja o una comida. En clase surgió el tema de elección de pareja y la mayoría de las estudiantes dijo: «No quiero tener novio porque ¿qué pasaría si hubiera otro mejor? Esta actitud es muy peligrosa, ya que no tomarán la iniciativa y simplemente esperarán a que llegue algo mejor.
Hay una anécdota muy simpática: existe un edificio para conseguir maridos y un letrero que dice: «Hay seis pisos y en cada uno hay hombres con una característica. Si deseas algo mejor puedes pasar al siguiente piso, pero no podrás regresar y solamente salir del edificio».
Entra una mujer y sube al primer piso donde dice: «Aquí encontrarás maridos que trabajan», y la mujer decide subir al segundo para encontrar un hombre mejor y dice: «Esposos que trabajan y les gustan los niños».
Sube al tercer piso: «Esposos que trabajan, les gustan los niños y son románticos». Desea algo mejor y sube al cuarto piso y dice: «Esposos que trabajan, les gustan los niños, son románticos y ayudan al trabajo doméstico», entonces sube al quinto piso y dice: «Esposos que trabajan, les gustan los niños, son románticos, ayudan en casa y muy simpáticos».
Entonces, la mujer decide ir por alguien mejor, sube al sexto piso y hay un letrero: «En este piso no hay hombres. Tú eres la número 8,974,345. Este piso es sólo para demostrar que no hay hombres perfectos».
Es importante educar a nuestros hijos con respecto a que el mundo no es perfecto y que ellos tampoco. Es importante no congelarse ante un dilema sino seguir adelante y sin miedo de hallar algo que no sea lo óptimo. Es preferible actuar a esperar a que llegue lo mejor, porque quizás nunca llegue.