¿Más vale una nalgada a tiempo?

¿Quién no recibió una nalgada cuando éramos pequeños? Creo que la gran mayoría o todos. La disciplina que ejercían sobre los niños hace más de 40 años se basaba en la autoridad, obediencia y castigo físico.

En casa, la mayoría de los padres estadounidenses -un estimado del 52 por ciento – está de acuerdo en que «a veces es necesario disciplinar a un niño con una buena y dura nalgada». Los padres sostienen esta opinión a pesar de la abrumadora evidencia científica de que las nalgadas están vinculadas a problemas emocionales y de comportamiento.

Entre los resultados en la infancia, las nalgadas se asociaron con más agresión, más comportamiento antisocial, más problemas de salud mental, menor capacidad cognitivas, baja autoestima y más relaciones negativas con los padres. ¿Por qué entonces, a pesar de las pruebas científicas de que las nalgadas son dañinas, los padres todavía lo hacen?

Existen creencias en los padres que ponen más fe en sus propias experiencias vividas en su infancia que en la ciencia: «Mis padres me dieron muchas nalgadas y aquí estoy. No me pasó nada. No estoy traumado». O «Gracias a las nalgadas que recibí soy el hombre que soy». En otras palabras, las nalgadas sí funcionan.

Casi siempre, una nalgada detiene el mal comportamiento del niño en el momento, proporcionando a los padres un alivio inmediato y un sentido de control. Pero es esta poderosa y directa experiencia vivida la que está en el corazón de las diferencias entre padres e investigadores científicos.

Los padres creen que las nalgadas han detenido el comportamiento negativo y proporcionado alivio a una situación de indisciplina. Los investigadores contrarrestan que -a largo plazo- las nalgadas tienen efectos adversos en la salud mental, emocional y física, y el alivio que los padres sienten cuando las nalgadas funcionan es como una victoria a corto, pero oculta las inevitables pérdidas a largo plazo.

Sabemos que la crianza no es fácil, y la mayoría de los niños no saben cómo controlar sus impulsos y berrinches. No es de extrañar que muchos padres se sientan inseguros, hipersensibles y dispuestos a defender agresivamente su derecho a usar el castigo corporal: «Esto me va a doler mucho más de lo que te va a doler a ti».

Es muy importante entender que la disciplina es mucho más que el castigo y, si le ha pegado a su hijo, no es una mala persona, sólo es un padre que estaba tratando de enseñarle a su hijo algo usando una herramienta que funciona en el momento, pero que le costará más tarde. Si deseamos enseñarle a nuestro hijo autocontrol, tendremos que modelar el autocontrol, hablar sobre cómo las personas desarrollan autocontrol, notar y ofrecer retroalimentación positiva cuando su hijo ejercita el autocontrol y proporcionar pequeñas, consecuencias inmediatas y notables cuando su hijo pierde el autocontrol.

Muchos padres luchan por pensar qué hacer en lugar de dar nalgadas. Una alternativa efectiva se llama consecuencias naturales y lógicas. Por ejemplo, si sus hijos están peleando por un juguete y su objetivo es que cooperen, el juguete se puede poner en tiempo de espera. O si sus hijos llegan tarde a la cena debido a jugar juegos de computadora, pueden perder tiempo de pantalla. Como la mayoría de las consecuencias, las naturales y lógicas funcionan mejor cuando los niños conocen las reglas y consecuencias de antemano.

«Reglas sin relación equivale a rebelión» es una ecuación muy importante que no podemos olvidar. Tener disciplina sin interacción y diálogo familiar tendremos un resultado de rechazo y hasta reacciones impulsivas y desafiantes de los hijos. Debemos incluir relaciones positivas y comunicación como metas en la familia.

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