Alejandro Luria, neuropsicólogo ruso, afirma que hay tres tipos de lenguaje: El lenguaje expresivo, aquel que utilizamos para comunicarnos y expresar nuestras ideas y pensamientos; el lenguaje comprensivo, que utilizamos para entender lo que los demás nos dicen, y el lenguaje interiorizado, que utilizamos para pensar y procesar la información dentro de nosotros mismos.
Y es este lenguaje interno el que nos produce grandes problemas emocionales y, por ello, debemos enseñar a nuestros hijos cómo hablarse en forma adecuada y positiva.
Todos tenemos una pequeña voz en nuestra cabeza que nos susurra -o grita- todo el día lo que pensamos, creemos y sentimos. A veces, nuestros pensamientos internos nos ayudan a tomar mejores decisiones para que podamos seguir el camino hacia nuestras metas, sin embargo, a veces tenemos diálogos tóxicos con nuestro Yo que nos impide dormir y progresar.
Esta conversación negativa puede alterar nuestros estados de ánimo, encender el estrés y la ansiedad, y nos impide lograr nuestros sueños.
La conversación negativa está fuertemente vinculada a problemas de salud mental como depresión, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), entre otros. La conversación negativa nos afecta de muchas maneras dañinas, y todo comienza en el cerebro.
Tener algunos pensamientos negativos de vez en cuando es normal, pero cuando tus patrones de pensamiento son predominantemente negativos, puede tener impactos a largo plazo. Tener sentimientos de autoculpa y ser ruminantes emocionales están asociadas con un mayor riesgo para las condiciones de salud mental, según un estudio en Plos One. La negatividad, las preocupaciones y los pensamientos estresantes también pueden exacerbar los problemas psiquiátricos existentes e incluso pueden conducir a problemas cognitivos y pérdida de memoria.
Algunos de los tipos más comunes de frases sombrías, pesimistas, derrotistas y poco útiles que nos decimos a nosotros mismos incluyen los siguientes: todo o nada: cuando te dices a ti mismo que las personas, con palabras absolutas, son totalmente buenas o malas y no hay un punto en medio. Soy menos que: te comparas con otros y piensas que no eres tan bueno como los demás. Todo está mal: cuando sólo ves lo malo en situaciones, personas o relaciones.
También, soy: cuando me pongo etiquetas que no puedo cambiar a mí mismo o a alguien más. Futuro pesimista: cuando predices el peor resultado posible para una situación con poca o ninguna evidencia para ello. ¿Por qué piensas eso de mí?: cuando crees que sabes lo que otras personas están pensando y generalmente asumes que están pensando algo desagradable. Tengo un desastre de vida: cuando discutes con el pasado y anhelas el futuro en lugar de aprovechar el presente.
Cada vez que un pensamiento negativo automático entre en tu mente, entrénate para reconocerlo y escribirlo. Esto ayuda a sacar el pensamiento de tu mente: identifica el tipo de pensamiento negativo; pregúntate si el pensamiento es verdadero y cómo te hace sentir el pensamiento y cómo te sentirías si no tuvieras ese pensamiento, y voltea el pensamiento hacia su opuesto y pregúntate si este nuevo pensamiento podría ser más verdadero que tu pensamiento original. Encuentra evidencia que apoye este nuevo pensamiento.
Cuando aprendes a tomar conciencia de los pensamientos negativos y desafiarlos puedes empezar a eliminar la conversación negativa y hablarte a ti mismo de una manera más amable y positiva que te dé más confianza, mejore tu autoestima y te motive a alcanzar tus metas.