Uno de los elementos más importantes para el aprendizaje a largo plazo es la retroalimentación. El alumno, al recibir el «feedback» del maestro, mejora su aprendizaje al corregir sus errores. Sin embargo, con esta generación hay que tener cuidado con proporcionar alguna evaluación a su desempeño, ya que la pueden tomar como un atentado hacia su salud mental.
Hace días le comenté a una alumna que tuvo un buen inicio de semestre, pero que en las últimas semanas ha bajado su rendimiento académico: «Me preocupan tus calificaciones, ya que han bajado a partir del primer parcial y tienes riesgo de reprobar la materia. Si estás pasando alguna situación difícil podemos hablar, pero, si no, te recomiendo ponerte las pilas».
Pareciera que esto fue la peor ofensa que le haya hecho y me respondió: «Usted está atentando contra mi salud mental y le pido que solamente me diga cosas positivas, porque me afecta mi estado emocional».
Le respondí: «Durante la vida recibirás retroalimentaciones positivas y negativas de tu familia, amigos y trabajo, ya que es la única manera de ser mejores, mientras se haga con respeto a nuestra integridad».
Pareciera que esta generación es incapaz de recibir algún tipo de evaluación, especialmente negativa. Los adultos, incluso los padres, los maestros y los empleadores, han compensado en exceso a favor de la «seguridad» y han elegido permitir que la fragilidad crezca en las generaciones más jóvenes.
En mi libro más reciente: Generación Cristal, afirmo que esta fragilidad es nueva. Greg Lukianoff, coautor del libro The Coddling of the American Mind (Mimar la mente americana), escribió: «Muchos universitarios están aprendiendo a pensar de manera distorsionada y esto aumenta su probabilidad de volverse frágiles, ansiosos y fácilmente heridos».
¿Qué podemos hacer? ¿Dejarlos a la deriva y que aprendan con base en golpes sus errores o retroalimentar cuidando no lastimar sus emociones? A continuación presento algunas estrategias para retroalimentar en un mundo frágil:
1. Pedir permiso al dar información. Sugiero pedir permiso para tener una conversación y retroalimentación especialmente negativa para obtener su aceptación y ganar un oído receptivo. Ahora, cuando necesito hablar con un alumno, le pregunto: «Te puedo decir algo?», y ya he obtenido varios «No». Entonces, le digo: «Espero que te des cuenta de tus errores antes de que sea demasiado tarde». Y me retiro.
2. Sé objetivo con tu enfoque. Nuestra retroalimentación tiene pocas posibilidades de transformar a los jóvenes si es un ataque a su trabajo. Debemos enfocarnos en un área en la que nos gustaría ver mejoras.
3. Ofrezca información con expectativa. El esfuerzo de los estudiantes mejora cuando los líderes comunican este sentimiento: «Les estoy dando esta retroalimentación porque tengo altas expectativas de ustedes y sé que pueden alcanzarlos».
4. Hacerlo de manera oportuna. La gente necesita comentarios a tiempo para sentirse auténtica. No dejes que la frustración se acumule hasta que vomites emocionalmente sobre un estudiante o padre de familia.
5. Dales la oportunidad de mejora. Cuando los estudiantes o hijos reciban retroalimentación se sentirán frustrados a menos que tengan un camino para mejorar. En un sentido más amplio, piensa hacia dónde va y cuál es el siguiente paso. Si les dices que deben hacerlo mejor, dales un plan para que lo hagan.
Les debemos a nuestros hijos y estudiantes este regalo de retroalimentación. No huyan de él en nombre de la comodidad o la popularidad. Winston Churchill dijo: «La crítica puede no ser agradable, pero es necesaria. Cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano. Llama la atención a un estado poco saludable de las cosas».
El crecimiento y desarrollo de nuestros hijos y estudiantes es nuestra más alta vocación.