La adolescencia es una de las etapas más difíciles y conflictivas, especialmente para los papás. El adolescente busca su independencia y transición a la vida adulta sin importar su madurez y edad cronológica. Quiere vivir como adulto evitando la dependencia de sus padres y, por supuesto, sin reglas.
Sin embargo, resulta imperativo que los adolescentes comprendan la relevancia de las normas que configuran su entorno.
Las reglas operan un rol significativo en la cotidianidad de los jóvenes, dado que les ofrecen un esquema de referencia para ejercer conductas apropiadas. En primer orden de ideas, las reglas coadyuvan a la preservación del orden y la seguridad en la colectividad, lo que es primordial para el bienestar general.
Sumado a esto, impulsan el respeto mutuo y una convivencia pacífica entre individuos, promoviendo principios esenciales como la tolerancia y la solidaridad. Así, en última instancia las reglas otorgan una estructura y disciplina indispensables para el desarrollo tanto personal como profesional de los adolescentes.
En síntesis, las reglas son cruciales para asegurar una coexistencia armoniosa y para incentivar valores positivos en el seno de la sociedad.
Para los adolescentes, captar y acatar normas es crucial para su desarrollo individual y social, pues se fijan límites. Ejemplo: en el contexto escolar, las normas de convivencia impulsan un entorno de respeto y colaboración. Conforme cumplen con las normas, los adolescentes adquieren responsabilidad y aprenden a tomar decisiones.
Las normas en el hogar imponen límites claros sobre el comportamiento deseado, lo que facilita a los jóvenes comprender las consecuencias de sus actos. Además, al seguir reglas en la escuela aprenden a acatar la autoridad y a trabajar de manera disciplinada para alcanzar sus objetivos.
A pesar de los grandes beneficios que proporciona tener reglas, muchos papás interfieren en su implementación para evitar que sus hijos «sufran» consecuencias negativas, de ahí que haya una gran lucha entre padres contra maestros, escuela, jefes y organizaciones laborales por su sobreprotección e intromisión, cuidando que sus hijos no enfrenten adversidades e imposición de normas que los limiten o frustren.
El establecimiento de normas en el hogar, en las instituciones educativas y en la sociedad facilita a los adolescentes la comprensión de lo que se espera de ellos y la manera en que deben actuar. Con normas bien definidas, los jóvenes pueden cultivar autorregulación, autocontrol y responsabilidad, lo cual resultará muy útil durante sus vidas.
Además, las normas permiten aprender sobre el respeto hacia los demás, la coexistencia armoniosa y la adhesión al entorno social. En este marco no sólo funcionan como herramientas para prevenir conductas inapropiadas, sino que también actúan como instrumentos educativos que favorecen al avance personal y al desarrollo de valores en los jóvenes.
Las normas resguardan a los adolescentes de riesgos potenciales y los encauzan hacia un crecimiento personal y éxito académico. En resumen, las reglas resultan indispensables para que los adolescentes puedan desarrollarse de una manera segura, saludable y responsable en todas las facetas de sus vidas. Fomentemos esto en nuestros hijos.