En este mes inician el nuevo semestre en algunas universidades, pero ¿están listas para recibir el nuevo perfil de alumnos?
La pandemia del Covid-19 tuvo un impacto significativo en los logros académicos de los adolescentes en todo el mundo. La mayoría sufrió un rezago en sus capacidades y habilidades cognitivas, académicas, emocionales y sociales. La pandemia y los factores estresantes asociados como el aislamiento social, el miedo a las enfermedades y la interrupción de las rutinas, afectaron la salud mental de muchos adolescentes.
La disminución del bienestar mental podría afectar su capacidad para centrarse en los estudios y mantener el rendimiento académico. Además, llegaron la cancelación o limitación de actividades extracurriculares como deportes, clubes y programas de arte. Estas actividades son vitales para el desarrollo de los estudiantes y su suspensión podría afectar su motivación.
Podemos pensar que la mayoría de los alumnos lograrán recuperar estas pérdidas en un semestre o un año. Sin embargo, no es así. Los expertos afirman que este aislamiento de dos años tendrá una influencia de hasta cinco años. El reporte ACT 2022 (prueba de admisión a las universidades americanas) notifica que sólo uno de cada cinco estudiantes de prepa de Estados Unidos está preparado para cursar la universidad y que el desempeño de los alumnos es el más bajo desde 1991.
Sin embargo, durante la pandemia la gran mayoría de los promedios de las calificaciones era arriba de 90 y se logró una gran disminución de abandono y deserción. ¿Cuál fue la razón? ¿Tuvimos mejores alumnos en los dos años de confinamiento? Creo que la respuesta es no.
Muchos maestros reconocieron que en las clases en línea tuvieron mayor flexibilidad en sus evaluaciones e inflaron las calificaciones. Pero, ¿por qué a partir del regreso a la presencialidad se ha incrementado la reprobación y deserción? La respuesta no es sencilla, pero nos enfrentamos a alumnos no solamente con carencias en sus habilidades académicas y motivación, sino con mayor fragilidad en sus estados emocionales: aumento de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, baja autoestima, pérdida de sentido de vida, baja tolerancia a frustraciones y abuso de sustancias ilícitas, especialmente Cristal.
Las universidades reportan que solamente el 30 por ciento de alumnos logra el puntaje mínimo de admisión, cuando antes de la pandemia era casi el 70 por ciento. Cerca del 80 por ciento no alcanza lo básico en la lectura de compresión, su dominio matemático es apenas de un alumno de nivel de primaria y sus habilidades psicosociales están muy deterioradas. Y si a esto le agregamos que muchos de los papás exhaustos han tirado la toalla y dejado de acompañarlos, nos enfrentamos con estudiantes a merced de las redes sociales y presiones de inmediatez para disfrutar en forma instantánea sus deseos e impulsos.
No solamente hay que revisar si las universidades están preparadas para enfrentar el nuevo perfil y carencias del alumno que ingresa: debemos saber si los maestros estamos listos pedagógica y emocionalmente para recibirlos y brindarles las mejores estrategias didácticas y socioemocionales para alentarlos en su aprendizaje y desarrollar en ellos un mejor estado de salud mental.
No olvidemos que la universidad es una comunidad que está conformada por administradores, maestros, alumnos y padres de familia, y todos unidos debemos de trabajar juntos para la formación integral de excelentes profesionistas y ciudadanos.