Ni los universitarios se salvan del rezago

En los últimos meses, los maestros de educación básica han expresado gran preocupación por la fragilidad emocional que demuestran sus alumnos: baja tolerancia a las frustraciones, inseguridad y apatía para enfrentar retos, baja autoestima, poco compromiso escolar, conductas antisociales y desafiantes, y un gran rezago educativo en conocimientos esenciales, así como nula o pobre lectura de comprensión y razonamiento matemático.

Sin embargo, esto no es exclusivo en preescolar, primaria y secundaria: maestros universitarios expresan preocupación por el nuevo perfil emocional y académico de sus alumnos y, al respecto, hace días recibí un reporte de una de las mejores universidades de México sobre el desempeño de sus estudiantes.

A continuación muestro algunos de los resultados: poco tolerantes a sus frustraciones y muy fácilmente quebradizos; no quieren leer y muestran gran deficiencia en su comprensión; nula capacidad de razonamiento y de pensamiento matemático; presentan miedo al futuro; no desean trabajo intelectual; padres ausentes en la vida de sus hijos; poca pasión y entrega a sus estudios, y viven en su burbuja y desconectados con la realidad.

Muchos me pueden decir que exagero. No es nada nuevo que cada generación de adultos se queje de los jóvenes por su impulsividad y pobres decisiones. Recordemos las palabras del filósofo griego Sócrates, aunque algunos filósofos refuten esta referencia, que decía: «Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».

Cada momento de la historia ha experimentado momentos difíciles que niños, adolescentes y jóvenes han tenido que enfrentar. Sin embargo, hoy vivimos un siglo de opulencia, privilegios y sobreprotección hacia ellos. A través de la historia los padres trataron de formar hijos con voluntad y carácter para que enfrentaran con éxito sin importar lo difícil que fuera el desafío, pero en la actualidad pareciera que la misión de los papás cambió muy dramáticamente: en vez de endurecerlos con pequeñas carencias y fracasos, les proporcionan todo lo que piden y evitan cualquier pequeña adversidad que puedan sufrir.

Si no hacemos un giro, el mundo estará lleno de niños, adolescentes y adultos incapaces de ser independientes y salir adelante de cada uno de sus obstáculos. Y los papás de estos hijos adultos los seguiremos protegiendo bajo nuestras alas y no permitiéndoles que vuelen fuera del nido con valor, responsabilidad e independencia.

En muy pocos años estos universitarios llegarán a las empresas, se quebrarán y renunciarán porque no serán capaces de superar la presión. Va a ser muy probable que se estancarán en su desarrollo por su incapacidad de leer con comprensión, razonamiento matemático y trabajo intelectual; tomarán malas decisiones por su impulsividad e inmediatez en su actuar con incapacidad de reflexionar y analizar las consecuencias, porque desean solamente ser «felices» en cada instante, pero sin merecerlo.

De esta manera, una consecuencia será que van a sufrir depresión al sentirse vacíos y caminarán sin metas significativas en su vida por el temor al futuro y por su escasa adaptabilidad sin la sobreprotección de sus padres.

En nuestras manos está cambiar el destino de nuestros hijos. Seamos padres valientes que, a pesar de ir contra la corriente y el enojo de nuestros hijos, les proporcionemos conocimientos, habilidades y actitudes para salir adelante sin importar los obstáculos. Sólo así lograrán la verdadera felicidad

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