Por décadas, una gran cantidad de psicólogos y científicos sociales han buscado las raíces de la felicidad.
Según algunas investigaciones, como indica la doctora Sonja Lyubomirsky en su libro The How Of Happiness, la felicidad depende un 40 por ciento de la genética (herencia de nuestros antecesores), un 10 por ciento de las circunstancias o situaciones de la vida y un 50 por ciento de los hábitos y decisiones tomadas. Esto significa que tenemos un mayor control para ser felices más de lo que pensamos.
Los investigadores afirman que la felicidad está asociada a la novedad, experiencias divertidas, relaciones sociales positivas, reír, dar gracias o gratitud, servir y ayudar a los demás; también, evitar la comparación, no depender de la aprobación de los demás, meditar, tener experiencias en la naturaleza, vivir el momento en lugar de vivir con resentimiento en el pasado o miedo al futuro, trabajo productivo y tener un sentido de vida y de trascendencia.
Lo importante es mantener un cerebro balanceado en su actividad neurológica para lograr una regulación equilibrada y saludable de las funciones relacionadas a la felicidad como son el lóbulo frontal, la amígdala, el sistema límbico, ganglio basal y la corteza cingular.
En enero pasado, publicamos el libro El cerebro: ¿nuestro mejor amigo o peor enemigo? en la editorial Shanti Nilaya, donde explicamos con claridad las circunstancias y decisiones de vida que afectan nuestra felicidad según nuestro cerebro. ¿Qué hacen las personas para tener un cerebro balanceado y feliz?
Estas son las razones: relaciones familiares y sociales felices, trabajo retador y significativo, seguridad financiera, vivir nuevas experiencias con sentido de vida significativo, ser agradecidos con la vida y con Dios, tener una actitud de tolerancia, aceptación, servicio y ayuda a los demás.
Otras son leer, reflexionar con pensamientos profundos; escribir, pintar y otras formas creativas de expresar sus emociones, y escuchar música.
Pero, ¿qué hace a un cerebro infeliz? Algunos motivos son exceso estrés, ansiedad e incertidumbre; no cumplimiento de tareas y obligaciones, estar rodeados de personas tóxicas, negativas y que no respetan reglas; aislamiento social, físico y emocional, y pensamientos negativos rumiantes.
Comprendo que en esta pandemia ha sido mucho más difícil lograr la felicidad, ya que la nueva realidad de aislamiento ha provocado un incremento en los sentimientos de nostalgia, soledad, depresión y ansiedad. Sin embargo, según los expertos está en nuestras manos el control para ser felices.
Dejemos de culpar a las circunstancias y a los demás de nuestras adversidades y evitemos jugar el papel de víctimas, ya que, cuando la felicidad depende de las situaciones, seremos esclavos de las vicisitudes. Recordemos que las crisis, fracasos y dificultades son desafíos que la vida nos presenta para ser superados.
Los padres debemos evitar la sobreprotección y que los hijos no enfrenten adversidades. Esto los hará más frágiles y vulnerables ante los nuevos retos del siglo 21