La cuarentana nos obliga a aislarnos, pero no necesariamente tendremos sentimientos de soledad. O también, podemos estar rodeados por decenas de personas y nos sentimos solos. Una cosa es estar solos y otra es sentirnos solos. No me preocupa el encierro que tenemos los adultos y nuestros hijos, sino cómo enfrentan este alejamiento. No debemos confundirnos. Nuestros hijos pueden estar conectados con sus celulares o tabletas y no por ello están exentos de sentirse solos.
En los Estados Unidos, 1 de cada 3 personas arriba de los 65 años vive solo y a los 85 años 1 de cada 2 experimenta la soledad. Hay una gran cantidad de estudios que relacionan la soledad con enfermedades físicas y deterioro cognitivo. Es un alto predictor de muerte temprana y alto riesgo de obesidad. Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en el año 2015 realizaron estudios con ratones dividiéndolos en 3 grupos: solitarios, solitario con un objeto de juego y en grupo. Los ratones en grupo encontraron que la dopamina, neurotransmisor cerebral que produce la felicidad, tenían un nivel óptimo. En cambio, los ratones solitarios y aún con los que tenían un objeto para jugar sus niveles de dopamina están muy abajo. Según el Dr. John Cacioppo, profesor de la Universidad de Chicago, afirma que la soledad se asocia a un incremento de los niveles de cortisol, hormona del estrés, aumenta la presión arterial y disminuyen las defensas del sistema inmunológico que lucha para prevenir las infecciones.
Parece una gran ironía, por un lado, vivimos en una sociedad hiperconectada con seres humanos definidos como sociales y por el otro lado, un alto nivel de sentimientos de soledad. Las estadísticas demuestran que hay más personas que se sienten solas como nunca en la historia. Theresa May, primera ministra de Inglaterra, estableció en el año 2017 un nuevo puesto de Ministro de Prevención de la Soledad y en Australia se fundó la Coalición para Terminar la Soledad. Uno de cada 5 americanos se siente cercano a los demás y cerca de la mitad expresa que a veces o siempre se sienten solos. No confundamos estar solos con sentirnos solos.
Hay tres señales de alerta que debemos observar en nuestros hijos:
1. No pueden hablar con sus amigos. Es común observarlos que siempre están conectados con sus amigos. Sin embargo, prestar atención si pierden la relación con sus amigos. Al desaparecer los “planes” los fines de semana pueden sentirse alejados de ellos.
2. Verlos tristes y desanimados. Si abandonan sus actividades favoritas y muestran poca energía la levantarse y durante todo el día aún en sus descansos.
3. Carencia de motivación y pérdida de sentido de vida pueden asociarse con la depresión.
Si percibimos cualquiera de estos síntomas debemos aprender a observarlos y escucharlos para prevenir un problema más fuerte. Convivamos y platiquemos el mayor tiempo posible con ellos y descubramos su cómo está sus estados emocionales en este confinamiento.
Periódico Vanguardia