Generación del merecimiento

Son curiosas las nuevas actitudes de muchos niños y adolescentes: ya no piden las cosas, las exigen. Pareciera que nos enfrentamos a una «Generación del merecimiento» que, por el hecho de exigir algo, sienten que lo deben de tener.

En la sociedad actual se observa a jóvenes que no parecen tener un auténtico sentido de responsabilidad ni de las consecuencias derivadas de sus acciones. Se han acostumbrado a recibir privilegios, favores o permisos sin dar nada a cambio. Este fenómeno puede ser atribuido en buena medida a la sobreprotección y la indulgencia excesiva de los padres.

Al privar a los niños de la experiencia y del aprendizaje a través de errores se les niega la oportunidad de desarrollar habilidades esenciales como la resiliencia y la autonomía. En vez de confrontar desafíos y aprender a superar obstáculos, muchos crecen con una percepción de merecer recompensas y privilegios sin esfuerzo alguno. Esta mentalidad de «todo lo merezco» puede conducir a una carencia de valoración del trabajo duro que podría resultar perjudicial a futuro.

Este «sentido del merecimiento» podría tener consecuencias que no son positivas en su desarrollo. Primero, menores con un sentido muy elevado de «lo merezco todo» frecuentemente enfrentan problemas para desarrollar empatía con los demás, dado que están habituados a pensar que deben recibir lo que desean sin esfuerzo.

Esta carencia de empatía puede obstaculizar sus relaciones sociales y aptitud para trabajar con otros. Por consecuencia tienden a hacerse vulnerables a sentir estrés y ansiedad cuando las cosas no salen conforme a sus deseos, dado que no se han acostumbrado a gestionar la frustración y la adversidad. En definitiva, el sentido del derecho de merecer todo podría restringir su potencial para llegar a ser individuos autónomos, resilientes y solidarios en su vida adulta.

Muy frecuentemente me enfrento con universitarios que esperan calificaciones perfectas a pesar de que su desempeño no fue óptimo. El «merecerlo todo», cuando se deja sin control, puede conducir a problemas mucho mayores que los berrinches en la infancia o conductas desafiantes del adolescente. Los niños con este derecho del merecimiento carecen de resiliencia y son vulnerables a la adversidad, la dificultad y al esfuerzo.

Es fundamental que nuestros hijos comprendan cómo actuar ante los peligros y situaciones. No se trata de negarles experiencias, sino de enseñarles a tomar decisiones informadas y responsables. De esta forma, los padres debemos de cuidar que los hijos no sean sobreprotegidos, promoviendo su autonomía y capacidades para resolver problemas.

También es imperativo hallar un balance entre la libertad y la seguridad para asegurar un desarrollo sano y feliz. En definitiva, los progenitores deben ser conscientes de su rol en la formación de los valores y actitudes de sus hijos que, con el tiempo, determinarán cómo enfrentarán los retos futuros.

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