Un mundo sin caras

Los niños desarrollan su capacidad de socialización al interactuar, no solamente con la familia, sino con las personas que ven en el restaurante, parque, escuela y calle.

 

Las expresiones faciales son esenciales para reconocer los estados emocionales de los demás y de ellos mismos. Y la etapa preescolar es una gran oportunidad para empezar a enseñarles la empatía.

 

Si tu hijo llora al rasparse su rodilla, le dices: «Hijito, te entiendo que te duele mucho y que llores». «Entiendo que estás un poco asustado en este momento y estás triste, pero te ayudaré a sentirte mejor».

 

Lo abrazas, lo besas y le pones una bandita para detener la sangre. Le estás demostrando tu cariño y compasión. Cuando respondemos con empatía le ayudamos a reconocer cuando alguien más sufre y repetirá esas conductas con las cuales su mamá o papá reaccionó.

 

Enseñar emociones básicas como la ira, el desprecio, la nostalgia, la euforia y el desagrado es muy importante para desarrollar su inteligencia emocional. Y una de las mejores formas para que pueda identificarlas es ser ejemplo o modelo uno mismo y utilizar a los demás para que las aprenda.

 

«Estoy muy feliz porque visitaremos a la abuelita hoy» o «estoy triste porque no me siento bien». Cuando ven a un niño llorar, decirle: «ese niño está enojado porque no quiere ir a casa».

 

Esto sería más sencillo cuando vemos las expresiones faciales, sin embargo, por motivos de la pandemia y el uso de mascarillas esto se complica.

Nuestros hijos pequeños se enfrentan a un mundo sin caras por las circunstancias y les es difícil aprender sentimientos como enojo, tristeza, ternura, preocupación, alegría o temor.

 

Sin embargo, existen alternativas para incrementar su sensibilidad emocional.

 

Un estudio de la Universidad de Milano-Bicocca en Italia dividió a dos grupos de niños para contarles historias con contenido emocional. Un grupo discutió las emociones de los protagonistas de los cuentos y el otro realizó dibujos.

 

Dos meses después, los que conversaron entre ellos mostraron mejor comprensión emocional y empatía que los que solamente dibujaron las historias.

 

Leerles libros y ver televisión con ellos amplía las oportunidades para que desarrollen su inteligencia emocional.

 

Al hacerles las preguntas: «¿Cómo sabes que está enojado?» y «¿por qué está triste?» podemos ayudarles a reconocer en su lenguaje corporal y verbal los sentimientos y tener empatía en los demás.

 

Otra manera es jugando con ellos: «¿Adivina cómo me siento?». Este juego consiste en hacer expresiones faciales y descubrir cuál es.

 

También invitar al niño que con su cara exprese una emoción y tratar de adivinarla. Los investigadores han encontrado que expresando facialmente tristeza, alegría o enojo hay cambios en el ritmo cardiaco y temperatura del cuerpo.

 

Cuando el niño hace una cara triste se observa un cambio cerebral y se llena también de una emoción de tristeza.

 

Cuando tu hijo sonríe, él se llena de alegría y puede reconocer la emoción de los demás.

 

En un mundo sin caras por el uso de cubrebocas ayudemos a nuestros hijos a no perder su capacidad de empatía. Identificando emociones en los otros les ayudaremos a reconocer y regular las propias.

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