La semana antepasada en la CDMX hubo una reunión de muchachos de preparatoria en una casa para celebrar el regreso a clases.
Y en esta semana ya hubo 10 contagiados con la variante Delta del Covid. Uno de ellos estaba contagiado.
¿Lo sabía? Sí. Su hermano ya tenía la nueva cepa Delta. Al preguntarle por qué fue a la fiesta contestó: «Me sentía bien y, además, quería ver a mis amigos. Estoy vacunado y la reunión fue en el jardín. Todos estaban al aire libre y pensé que no podía contagiarlos».
Estaba asintomático. Mi pregunta es: ¿Por qué sabiendo que su hermano estaba contagiado fue con sus amigos? ¿Por qué conociendo la posibilidad de estar contagiado puso en peligro a sus compañeros?
La respuesta es muy simple: Su cerebro elige lo que produce placer sin ver sus consecuencias.
¿Es un acto de irresponsabilidad de él y/o de sus padres?
El sistema límbico, área interna media del cerebro, se encarga de elegir conductas por la satisfacción que sienten los adolescentes. Es como un acelerador, pero sin frenos. ¿Sabía que podía estar contagiado por su hermano? ¿Sabía, aunque la reunión era en el jardín, que podría contagiar, incluso vacunado?
Claro que lo sabía, pero su cerebro prefiere disfrutar la compañía de los amigos que sufrir las consecuencias de sus malas decisiones o en los otros.
Definitivamente su lóbulo frontal, que se encarga de tomar decisiones, no está completamente maduro.
La neurociencia afirma que alrededor de los 17 y 18 años sólo ha madurado el 30 por ciento de la corteza prefrontal que es responsable de la Inteligencia Ejecutiva. Algunas de sus funciones son tomar buenas decisiones, controlar los impulsos, jerarquizar las acciones, tener empatía, inhibir conductas destructivas y elegir bien las metas.
Según la neurociencia, la corteza frontal madura entre los 25 y 30 años. Mientras tanto, el cerebro es gobernado por impulsos y deseos biológicos. Entonces, ¿fue un acto de irresponsabilidad de él o de sus padres?
La respuesta es de ambos. No podemos justificar al adolescente su decisión de ir a la reunión por el simple hecho que no ha madurado. Sabía claramente las consecuencias de ir.
El chico debe tener el valor, determinación y voluntad de gobernar su cerebro y autorregularse eligiendo el bien común sobre la satisfacción de sus deseos.
Sin embargo, lo más serio son los papás. ¿Cómo sabiendo que un hijo tiene Covid-19 dejan que salga con amigos?
No entiendo que si vivimos un aumento de contagios por la variante Delta, haya papás que permitan que en su casa tengan reunión aun siendo en el jardín.
¿Qué nos pasa? ¿Tenemos miedo de decir NO?
Si los hijos no saben o no pueden tomar buenas decisiones porque su sistema límbico los impulsa a lo placentero, los padres tienen la capacidad de frenarlos hasta que su lóbulo frontal sea capaz de autorregularlos.
Nuestros adolescentes tienen un nivel cognitivo y de razonamiento casi de adultos y presentarán argumentos «convincentes» que buscarán persuadirnos para permitirles sus deseos.
Lo que menos queremos los padres es tener un conflicto con nuestros hijos y menos lastimarlos, pero sus explicaciones, mejor dicho, sus chantajes, son para obtener la máxima satisfacción emocional sin importar las consecuencias.
Hay una gran diferencia entre el «saber» y «hacer» entre los adolescentes. No porque saben las consecuencias negativas de una mala decisión se impedirá que las realicen.
La responsabilidad más grande de los padres es orientar y formar a los hijos a elegir bien sus metas y no hasta que estén listo. Nuestra misión es estar con ellos como «cadillos» bien pegado ayudándolos a tomar buenas decisiones.