Es otra niña

Tuve esta semana una conferencia en una escuela de Veracruz y al terminar la conferencia sobre efecto de la tecnología en los cerebros de nuestros hijos se me acercó una mamá y me comentó: “Maestro, tiene usted mucha razón en su conferencia. Tengo una hija de 11 de años y a partir de los 9 le dimos un celular y a partir de entonces, mi hija cambió. Se convirtió en una persona solitaria, demandante, triste, nerviosa e impulsiva. Si le pedíamos que dejara un momento su celular, reaccionaba agresivamente y nos gritaba. Pensaba que era parte de su pubertad, pero no era así. En el puente de descanso de la semana pasada, fuimos a la playa y por descuido de ella cayó su celular al mar y se descompuso. Se quedó sin celular hasta Navidad, se enojó y lloró de impotencia porque ya no estaría conectada con sus amigas. Estuvo triste los primeros 2 días, pero ahora es diferente. Convive con nosotros, se ríe, busca ayudar en casa, juega más con sus hermanos y nuestra familia comenta: Es otra niña.”

La Dra. Jean Twenge, maestra del departamento de Psicología de la Universidad de San Diego, afirma que el uso del celular, específicamente del smartphone, provoca cambios emocionales en los adolescentes: baja autoestima, apatía escolar, indiferencia familiar e incremento de ansiedad, tristeza y depresión. Observo cambios drásticos emocionales cuando hay reducción del uso de la tecnología en niños y adolescentes. Muchas mamás comparten sus experiencias cuando sus hijos reducen el tiempo en los videojuegos: ponen más atención en clase, no batallan para levantarlos por la mañana, no repiten dos veces para que hagan la tarea y todas me dicen: “Son niños felices.” No estoy diciendo que hay que eliminar toda la tecnología en nuestros hijos, pero sí establecer reglas y horarios para su uso, supervisar el contenido y las aplicaciones que están expuestos y darles la oportunidad que realicen otras actividades (no pantalla) como aprender a tocar un instrumento musical, tiempo para leer un buen libro, practicar un deporte y tiempo de convivencia familiar.  

No podemos excluir la tecnología a nuestros hijos ya que se enfrentan a nuevas formas de amistad e interacción. Antes era ir a tocar la puerta para invitar a nuestro amigo a salir a la calle o hablar por teléfono para ponernos de acuerdo en el lugar de reunión. Hoy usan el WhatsApp para notificar sus acuerdos. No lo podemos impedir, pero sí orientar y supervisar para su buen uso. Entiendo que los padres prefieren más que estén en su recámara que en la calle. El concepto SEGURIDAD se ha convertido en algo muy prioritario en las familias. Una familia me comentaba que descubrieron su hijo de 11 años estaba viendo pornografía y que no podían quitarle el celular porque se quedaba por las tardes en la escuela y lo necesitaba para cualquier emergencia. Entiendo que es muy importante tener comunicación con nuestros hijos ante imprevistos, pero ¿por qué darle un smartphone y no un “cacahuatito” (teléfono económico) que se puede realizar llamadas telefónicas y enviar mensajes?

 

Familia21​​​

Sección Vida​​

Periódico El Norte

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